lunes, 27 de marzo de 2023

Tras las cortinas

Tras las cortinas

Tras las cortinas de la vieja cabaña de madera, la de la playa, hecha con restos de naufragios en la por el mar expulsados, esas cortinas de cuerda de cáñamo anudada, entre nudo y nudo un canuto de caña, que resuenan con el viento, o como campana cuando alguien cruza el portal, alarma que rompe el sueño en momentos de siesta, buscando la paz sobre el camastro, colchón de lino, sábanas de imaginación hechas. Tras esas cortinas, el continuo pasar de las gentes de mar, entres sus labores, acarreando sus redes de pesca a lugares más limpios para poder remendarlas, a la arribada de las barcas de madrugada. Pescado vivo, coleando dentro de las cestas, de todas clases, colores y formas. Fructífera esa mañana, otras, aparecen las caras de pena de los pescadores, las cestas vacías, redes rotas, manos ensangrentadas, el corazón herido, no hay alimento para llevar a casa.

Los niños, ajenos a todos esos desbarajustes, avatares cotidianos, empatizan con ellos tras llegar corriendo y recibirlos con los brazos abiertos, si vienen cargados, alegría y saltos, si sin nada, acompañando cabizbajo, saben que poco van a comer hasta mañana, salgo algo seco, pescado hace ya tiempo, colgado en la despensa para días como estos. 

Al atardecer, los rayos de sol de poniente entrando por entre las cuerdas y cañas de esas cortinas, alumbrando tenuamente la estancia con finos rayos danzarines con el sonido del chocar de las cañas. Afuera, el color rojo inunda la arena, en el horizonte, el sol acompañado de algunas nubes, figuras cambiantes, de sangre teñidas, sirviéndole de manta en su descanso nocturno, tras ocultarse en su reino entre las estrellas, la luna, esta noche llena, todo su esplendor saliendo por el este, como si fuera de fuego, roja incandescente, saliendo de detrás de las montañas, mientras asciende a las alturas con toda su majestuosa belleza. Ante ella, las aves en su último vuelo del día antes de posarse sobre los árboles, apareciendo como sombras volantes, aumentando la belleza de este atardecer impresionante.

Ahora, se escucha el canto del búho y la lechuza, misterioso, mientras se contempla la luna tras esas cortinas de cuerda y caña iluminando el mar y la playa entre penumbras, sombras misteriosas a las que se le añade más misterios a través de loc cuantos que las gentes cuentan a sus niños, generaciones tras generaciones. Con el añadido de que cada contador le pone su esencia y propia experiencia en esas escenas para que se queden grabadas como si realidad fueran y así mantener vivo el misterio de las sombras en las noches de luna llena.

Al sonido de los búhos y las lechuzas, se le suman los ronquidos del guardián de la cabaña, afuera, los pasos de alguna pareja buscando algo de paz y tranquilidad para explorar sus cuerpos, compartir esos besos, caricias, arrumacos, confidencias que no los son tanto, en esos lugares todo se sabe, y sino, se inventa.

A lo lejos se escuchan el repique interminable de los vientos de algún barco fondeado, movidos por la brisa, sólo una sombra ante la bella luna llena...

Toni Oliver

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