jueves, 8 de junio de 2023

Atrapado quedó el pintor

Atrapado quedó el pintor

Atrapado quedó el pintor
mientras distribuía las imágenes en el lienzo
ahí, con sus pinceles, su marco, su cuerpo
succionado entre marcos
y el reloj marcando el tiempo.

Inmortalizado por absorción
sobre el lienzo ha quedado
mientras hacía su trabajo
el pintar con amor.
¿Será secuestro o sólo corazón?

Mil preguntas se va haciendo
la gente pasa mirándolo
descifrando el cuadro, su significado
sus labios quieren gritar. ¡Auxilio!
Pero permanecen mudos, cerrados.

Intenta hablar con los ojos
pero no, no está desesperado
se siente a gusto
al ser su obra quien le ha expuesto
tal como él exponía sus cuadros.

¿Saldrá o no saldrá con el tiempo?
Ese mal invento humano
controlador del absoluto
hasta del corazón nos marca los pasos.
Él, el pintor, sigue observando...

Toni Oliver

La cajita de música

La cajita de música

Cabizbajo, sentado a la orilla del mar, en la playa, viendo el atardecer, como el horizonte, un manto colorado que poco a poco cubría el sol en su retirada hacia el descanso.

Absorto ante el espectáculo, sin enterarme de nada, ni de mi alrededor, sólo centrado en esa maravilla hasta caer la noche.

Fui a levantarme, al poner la mano sobre la arena para hacerlo me topé con algo que me impedía apoyar la mano sobre la arena, miré con atención, me tenía intrigado, veo una cajita de metal, de esas de hojalata, pintada de colores chillones. La levante, la miré, la volví a poner, con cuidado en el suelo, la abrí, al levantar la tapa, una muñeca sobre un disco que empezaba a girar, mientras sonaba como si fuera un piano.

Con una sonrisa en los labios, la luna que asomaba por el horizonte, toda bella ella, luminosa, era luna llena, la bailarina danzaba y danzaba sin parar, la música le acompañaba. Ahí, estaba yo, sintiendo como las olas del mar me bañaban los pies, cada vez más se me acercaban, puse la cajita sobre las piernas, seguía, sin cesar, sonando y sonando, la bailarina bailaba y bailaba.

No sé en que momento, no me acuerdo, se acercó al borde del disco, me sonrió, me ofreció la mano para que la siguiera, subí al disco con ella.

Empezamos a bailar, de pronto, olvidé mi peso para sentirme ingrávido, movimientos imposibles, como si fuéramos las mismas notas de ese piano, flotando en el aire, imparables.

En un abrir y cerrar de ojos, estábamos correteando, simulando la danza sobre un hermoso prado verde, como si dos niños fuésemos, de gravedad no entendíamos, podíamos movernos a nuestro antojo. La belleza de ella, con sus finas sedas que le tapaban, a ratos, pues la brisa a veces las  levantaba, haciéndolas volar cual estela de cometa. Al igual que su pelo, ya salvaje, despeinado moviéndose al son del viento mientras danzábamos.

Nos miramos a los ojos, mientras sonreíamos, los dientes blancos, nos llevaron a las cimas nevadas donde seguimos la danza al son del piano, incesante, cambiando de tema a cada momento, nos deslizábamos sobre la nieve, sin dejar huella alguna, sólo nuestras sombras bajo la luz de la luna, ella nos sonrió, el ojo nos guiñó...

Nos hallamos entre sus cráteres, el silencio roto solamente por las notas del piano, incesante, incansable, todo el cráter, una inmensa pista de baile, extraños seres nos acompañaban, no importaba, nosotros seguíamos nuestra danza, mientras las estrellas con su parpadeo nos iluminaban, cual bola de espejos girando sobre nuestras cabezas. Al mirar al cielo vimos ese planeta azul, al que le llamamos Tierra. Gira y gira, como nosotros en el disco de la cajita, no se ven fronteras, sólo verde y azul agua.

Nos cogimos de la mano, la luna nos avisaba, es hora de volver a la caja. No queríamos, empezaron a salirnos las lágrimas mientras nos abrazábamos, silentes, la música se acababa.

Desperté, encendí la luz, ahí estaba la cajita, el disco mojado de las lágrimas de la muñeca. Miré mi almohada, también mojada...

Toni Oliver

Imagen del espectáculo Relájate y Sueña. 
De Susana Aguiló al piano, susana Morant en la danza.




Madre Tierra

Madre Tierra

Madre tierra
la avaricia de los humanos
la codicia de los mismos
ya no te respeta.

Te quiere condenar al olvido
cambiar tu rostro con sonrisa
al de angustia o pena
para que divagues sin alma.

Doble cara
la dulce, amable, la de una madre
la del ogro cuando se enfada
después de avisar el fin de la paciencia.

No entiende el humano
que cuando se extinga por la sed y el hambre
provocado por la falta de empatía
y el afán de poder matando almas.

Tú, sin la ayuda de esos
esos que se auto llaman humanos
resurgirás de tus cenizas
de tus miserias con la fuerza del olvido.

Ese olvido a que te condenaron
pensando como si fueran Dioses
sin entender que tú eres la Gran Diosa
sobreviviendo a cualquier desastre.

Cuando se te revuelvan las entrañas
las sueltas con fuego y sangre
lanzándolas a lo alto
para que vean las penas y el desmadre.

Juegas con las aguas
como su fueras una gran maga
dulce, salada
de debajo las entrañas, del aire.

O el tembleque de la tierra
volviendo a la natura la codicia envenenada
reventándola como un castillo de naipes
pensando, más vale sola que mal acompañada.

Toni Oliver

Pintura de Franck Sastre



Casa de lodo

Casa de lodo

Casa de lodo
ahí vivía el anciano maestro
anciano por la suma de años
que no por viejo 
la playa, a su lado
donde las olas del mar iban rompiendo.

Con la brisa se expurgaban esas olas
pulgas que se convertían en saladas gotas
por el aire se deslizaban como mariposas
buscando posarse sobre la piel curtida
dejando esa mancha blanquecina, salada
que lames, saboreándola como si fuera vida.

Su sabor, al igual que su perfume
recuerda a lo que se cocina sobre las brasas
buenas viandas que su olor esparcen
como droga alimentaria
filtrándose en los pulmones
cegando la vista.

Se pasea el profesor
con su lápiz y libreta
al igual que las olas
los versos fluyen en ella
a veces, como el agua del río, calma
otras, como en la gran cascada.

Sí, esa pasión que a velocidad de vértigo
cae al vacío en un interminable vuelo
segundos de pasión, fuego
siguiendo el camino hacia los rápidos
sin descanso, el corazón acelerado 
acabando en la placidez del lago.

Ya en esa calma
dejando en libertad a los caballos
que troten y se alimenten de la verde hierba
se sube a su caballo de acero
rodando por las interminables carreteras
sin destino cierto, rumbo al incierto.

Toni Oliver