sábado, 11 de noviembre de 2017

Se escuchan las sirenas

Se escuchan las sirenas

Se escuchan las sirenas de la policía sin pasar sin parar, una tras otra, la gente se va juntando con curiosidad en el parque, cada vez más y más gente, no entienden nada.

Policías armados, antidisturbios, cuerpos especiales, todos apartando al gentío allí aglomerado, los focos de los helicópteros iluminando el un sólo banco, varios libros amontonados, una pareja, con cara de enamorados, sin dirigirse la mirada, con un libro en la mano, abierto, pasando las hojas de vez en cuando.

Con mucho tiento, asustados los policías van avanzando, escudos en mano y sus armas desenfundadas, poco a poco van acorralando a la pareja.

Mientras, se va despejando el parque, no sea cosa que la gente tome ejemplo y siga sus pasos.

Uno de los agentes, ya a unos metros de los lectores, tembloroso y una voz que casi no articula las palabras, va ordenándoles que dejen sus armas, los libros, y levanten los brazos...

Sin entender nada, van cerrando el libro que tienen entre sus manos, depositándolo poco a poco y con cuidado sobre el banco.

Se abalanzaron los agentes sobre ellos, los esposaron, los enchironaron...

Se preguntaba la gente del parque ¿Que hacían dos jóvenes humanos con un libro en la mano?

Preguntas y más preguntas, nadie nada entendía... Era todo tan raro...

Toni Oliver

Separados el sol y la luna

Separados el sol y la luna

Separados el sol y la luna
por sentencia eterna.
Condenados a verse
pocos minutos antes de desvanecerse.

Del amor, de la lejanía
del anhelo y de la nada
nació el colibrí que les encantaba
su vuelo les hechizaba.

Pasaban los siglos y ahí los tres estaban
El sol y la luna no se hablaban
melancólicos por la distancia
el colibrí los miraba.

Secaba el extraño pájaro sus lágrimas
día tras día, le apenaba.

Al sol de dirigió un día.
Dime lo que quieras decirle a tu amada
yo se lo digo al secarle las lágrimas
flojito al oído para que no se pierdan las palabras.

Se acercó al oído de la luna
diciéndole “el sol te ama”
llora en la lejanía
por no poder decírtelo cara a cara”.

De la luna, de sus labios, una sonrisa
se cruzaron la mirada
“Dile al sol, colibrí, que me emocionan sus palabras,
Dile que la luna le ama, si bien no tiene palabras”.

Cada día al amanecer le susurra al sol el mensaje de la luna,
cada atardecer a la luna sus palabras.
Por eso brilla el sol y la luna
día tras día, sin palabras.
El colibrí por ellos habla.

Toni Oliver