martes, 2 de febrero de 2016

La sombra

La sombra.

Sólo la sombra se ve en las paredes, se va desplazando despacito, sigilosamente sin saber su rumbo, unos pasos se escuchan, pero a nadie se distingue en toda la calle, sólo la sombra que desplazándose va a ninguna parte.

Desde lo lejos se distingue el brazo al que le sigue una mano con una especie de hoja punzante, sólo las sombras, como si de macabras sombras chinescas se tratara, sube y baja esa mano velozmente y desesperada, varias veces, indefinido el número de ellas.
Lentamente se va levantando de nuevo, pero ahora ya no con esa pasión, de la pinta se distingue unas sombras en forma de gotas que van cayendo hacia el suelo...
Horror, un ensordecedor silencio que eriza todo el vello hasta que el tembleque del cuerpo indica frío y miedo...

Hacia mi se va acercando esa sombra acorralándome, pues otra salida de mi escondite no tengo. Noto como un líquido caliente va recorriendo mi congelada piel desde la entrepierna hacia abajo mientras el corazón late con tanta fuerza que paralizado me deja.

Lo ojos ya ni parpadean, el cuerpo inmóvil se ha quedado, no hay opción para el movimiento, mover algún miembro de mi cuerpo intento, pero ellos...

Me han abandonado, ninguno responde, ya sólo noto ese temblor y mi congelado cuerpo, en algo más pensar ya no puedo...

Se para la sobra ante mi, intento cerrar los ojos, pues nada veo, pero noto su mirada, penetrante como un punzón afilado, fría como un témpano de hielo...

Mi corazón creo que se ha parado, ni lo escucho ni lo siento, ni la sangre correr por mis venas ni en mi cerebro...

Una grave voz se escucha, casi ni la entiendo, el miedo hasta los oídos me ha paralizado, mi tembleque sigue en aumento, más bien parece un martillo de aire rompiendo la dura roca sin miramientos.

¡Come, es un poco de sandía, la que he partido en forma de estrella, te he visto antes, llevas varios días en este rincón y no te he visto tomar ningún alimento, ni tan siquiera bebida he visto entrar en tu cuerpo!

Poco a poco me fui calmando, aún así con miedo, acercándome esa sandía a los labios, si bien mis brazos sin fuerza ni aliento, les costaba hacer tal esfuerzo...

Toni Oliver