jueves, 5 de junio de 2025

El niño que no encajaba en ningún lado

El niño que jamás encajó en ningún lado.

Por los años cincuenta el siglo anterior, nació un niño en un lugar humilde. Su nacimiento tuvo lugar unas semanas después de superar los nueve meses de gestación, en una posguerra, donde los ganadores de la guerra civil cada semana festejaban su victoria loando a su gran Generalísimo, los perdedores no importaban, estaban callados, en el ambiente había mucho miedo a decir algo que molestara a esos ganadores. Tenían la denuncia y el gatillo fácil.

Al pasar un año y medio, la familia cambió de domicilio, de pueblo, el niño fue creciendo, con ojos azules, cabello rubio salvajemente rizado, se empeñaban en que tenía que llevar el pelo liso, con la línea a un lado. Cosa imposible, a los cinco minutos de alisarle el pelo, éste, rebelde como el mismo niño, se rizaba de nuevo. Eso no le gustaba, pues, lo primero que le decían era que no se había peinado, la rebeldía del pelo duró toda la vida de este mismo, hasta que un día de tanto sufrir abandonó la cabeza donde se sustentaba.

Algo muy importante le pasaba, no encajaba en ningún lado, ni en su casa, ni en la escuela, ni en ninguna parte de la sociedad, los compañeros no querían que jugase con ellos, no le hacían ni caso, como mucho desprecio, en el fondo, aunque le doliese no le importaba, prefería quedarse solito, montarse sus juegos, inventarse sus juguetes, mientras los demás siempre tenían los últimos salidos en las tiendas. Tampoco encajaba en la escuela, todo lo que no tenía lógica no había forma de memorizarlo, casi siempre estaba castigado en la escuela, sobre todo por las matemáticas, la forma de enseñarlas no era propicia para que él las entendiera, en otras, como la lengua, la geografía lo llevaba bastante bien, pero por su falta de lógica, la historia no le era entendible... El tiempo le dio la razón, todo era una historia inventada sin ton ni son. No era historia, eran mentiras.

Lo internaron en un convento de curas, ahí termino de comprender que la religión era una farsa, nada de lo que enseñaban encajaba con lo que hacían, además, estaba semi abandonado en el internado, cuando todos los demás, los fines de semana, tenían visitas, él siempre estaba vagando por todos lados solo, esperando que en algún momento apareciera alguien para visitarlo.

A los doce años recién cumplidos lo sacaron del internado dejándolo en un hotel como aprendiz del aprendiz de camarero, la orden del jefe fue simple, tienes una semana para aprender todo lo que hacemos en inglés, francés y alemán, además de todos los trabajos que me tocaban. Se dio cuenta que ahí tampoco encajaba demasiado, pero era más entretenido que todo lo demás, así estuvo recorriendo hoteles y más hoteles, trabajando en los bares, restaurantes, incluso en las cocinas, muchas horas de trabajo, las manos agrietadas por los detergentes y de tanto fregar. Unas pilas grandes, muy grandes, siempre llenas de trastos, los platos que nunca se acababan, en invierno trabajando en la construcción, un frío que cortaba el aliento y, también, con las manos cortadas en carne viva por la erosión del cemento.

A los diecinueve años, ya cansado del trabajo de la hostelería, se alistó en la Armada, saliendo de la isla donde estaba, ahí encontró otro mundo, uno nuevo, donde se aprendía de otra manera, aprendió más en seis meses que en todo el tiempo que estuvo en la escuela, era otro mundo, todo, por ser nuevo, le llamaba la atención, atraía su interés, aprendía rápido. Además, conoció a gente nueva que pensaba diferente, vivía diferente, le hizo ver lo cerrada que tenía su mente, eso de vivir en una isla pequeña hace que uno no se entere de muchas cosas, se queda en un mundo que se piensa que es el todo, cuando es solo una ínfima parte.

Tampoco encajaba demasiado en este mundo, le costaba hacer amigos, todo se quedaba en conocidos, pero sin una amistad que valiese la pena, simplemente, compañeros de viaje. Eso hizo que pasara tiempo entre escuelas militares, destructores y submarinos, hasta que terminó el contrato y volvió a la construcción y la hostelería.
Nunca encontró su sitio en la sociedad, en el trabajo no hacía amigos, sólo compañeros de faena, cuando llegó a Jefe, también seguía solo, pero ahora luchando para su equipo de trabajo contra los Jefes de más arriba, lucha entre dos bandos, esa plantilla a la que quieres y mimas para que produzcan lo que tienen que producir y los Jefes de más arriba que no son conscientes de como se realizan los trabajos o quieren cambiar todo sin poner los medios. Así estuvo toda la vida, hasta que su salud le dijo, basta. Tuvo un infarto en que salió vivo de milagro, en en servicio de asistencia que fue primero no le encontraban nada, pero él sentía un dolor enorme en el pecho y en la espalda, lo llenaron de calmantes, suficientes para tumbar a varios caballos, pero el dolor seguía existiendo. Lo mandaron a casa, pero el dolor no se iba, en esas condiciones entro en el coche, lo puso en marcha, a las 4 de la madrugada, hacia el hospital más cercanos, unos veinte kilómetros, el camino se le hizo eterno, llegó al hospital, aparcó como pudo, se arrastró hacia la entrada de emergencias, por el suelo, por las paredes, todo el tiempo vomitando. Por suerte una persona del personal sanitario estaba fumando en la puerta, le entregó el papel que le habían dado en urgencias, sólo con mirarlo ya supo lo que tenía, le pusieron en una camilla, le estabilizaron y en cuanto el quirófano estuvo a punto le operaron, no sin antes en el traslado de hospital para la operación pasó también su periplo, la maquinaria tuvo que ser cambiada en la ambulancia porque la que tenían no funcionaba. Una vez operado, una vez “desatascadas las tuberías” entiéndase arterias, con un Stend colocado en una de ellas, y otras simplemente recolocadas, pues estaban dobladas obstaculizando el paso de la sangre y con un tercio del corazón necrolizado, pasó unos días en el hospital, hasta recobrar y estabilizar la tensión, que también estaba por las nubes.

Lo mandaron a casa, ahí tenía otro problema, o un conjunto de ellos, por un lado, sin trabajo, tres hipotecas que pagar, una familia desestabilizada, un futuro sin porvenir y la salud, recuperando, pero sin poder abusar de nada.

Con el tiempo encontró un trabajo a media jornada, lo justo para pagar algunos gastos, la casa se la quedó el banco, la familia lo abandonó, el calendario sumaba años, ya no era un niño, sino una persona que vio como tuvo que cambiar de vida, a la que se sumó la muerte de su madre, lo que hizo que se hiciese cargo de su hermano con el síndrome de Down. Eso hizo que tener un empleo como el que tenía antes se complicara mucho más...

Pasó el tiempo, se jubiló, cobrando una pensión tirando a baja por tener que retirarse antes de tiempo, pero dado su salud era lo mejor que podía hacer. La vida siguió, hasta que vino el famoso COVID, éste no le hizo nada, pero una de sus vacunas casi lo mata, inestabilidad en el equilibrio, “resfriados” que duraban más de ocho meses, de tanto toser reventó y arranco los abdominales de su sitio, provocando un enorme dolor al toser y al tener que acostarse y levantarse.

Con el tiempo, le invitaron a hablar de sus poemas en un programa de radio, ahí encontró a una mujer que se dedicaba a la Sanación Energética, ella hablaba y hablaba de los beneficios de esto, no comprendía nada de nada, hasta que un día le dijo: “Mira, no entiendo de que va todo esto de Sanación Energética, ni eso de la Reconexión, mándame algo más de información a ver si me aclaro”, se la mandó, seguía sin entender nada de nada, pero le dijo, házmela.

Quedamos un día y me la hizo, no sentí casi nada, algún movimiento involuntario, pero nada más. Pensé, no creo que sirva de mucho. Estaba errado. Cuando bajó de la camilla se encontraba más ligero, relajado, con mucha más paz. Al día siguiente se fue a caminar, apenas se cansaba, decía, antes para hacer este trecho acababa con la lengua fuera, como cuando los perros están muy cansados, pero ahora puedo hacerlo y no me canso. No es mucho, pero ya es algo, pensó. 

Con el tiempo fue sanando la diabetes tipo B, la tensión arterial, el azúcar, el colesterol, incluso el miedo a caminar, me refiero a mantener el equilibrio, tenía que andar con bastones para superarlo, hasta dejó de usar el inhalador para no toser.

Al ver esto decidió formarse para saber como hacer la Sanación, lo que ayudo en su mejora de la salud, y en la forma de pensar y entender este mundo en que vivimos, que en nada se parece a lo que vemos y notamos, ahí si se encontró a gusto, un mundo de amor, no amor de pareja, sino un amor a un todo, otra filosofía de vida y muchas cosas más que va descubriendo cada día. Cosa que antes de esta Sanación no creía en nada, para él eran todo una farsa, una mentira...

Toni Oliver