viernes, 10 de junio de 2022

El bosque

El bosque

El bosque
escuchan tus ojos
ven tus ramas
sienten tus raíces
tu sangre, la savia.

Silentes esos árboles
hermandad sagrada
miré tu corteza
me abracé a tu alma
quería conocer tus entrañas.

Misterioso como el aire
que tus ramas recorre
sonando como una flauta
las castañuelas, tus hojas
sobre las hojas
el sonido de las pisadas.

Esas hormigas laboriosas
trabajando sin calma
llenando esas despensas
para la temporada mojada
otoño de colores
verde, amarillo, naranja.

En la primavera
entre los claros de las ramas
esos rayos de sol 
mágicos brazos
que con el calor abrazan.

El verano, ese frescor
festín de cantes
conciertos de sonidos
apareamientos permanentes
escondidos tras el follaje. 

El invierno, quizás triste
pero precisa  del descanso
para preparar la magia del nacimiento
nueva vida, nuevos sentimientos
alegría de lo incierto.

Toni Oliver

Ahí estaba ese señor

Ahí estaba ese señor

Ahí estaba ese señor
deforme su cuerpo
como la torre de babel de alto
al igual que su vestimenta y zapatos
de copa el sombrero
de esos muy altos.

En sus manos un violonchelo
de ladrillos y cemento
cuerdas de fino esparto
tronco con flor de arco
tocaba son su mano
sonaba como del camión un claxon. 

Sonaban las notas un rato
discordes, acordes como ronquidos
el sol detrás del bosque se iba poniendo
en el horizonte colores rojos y fuego
manchando el azul del cielo
con las llamas en sueños.

Cada vez que movía el arco
el cuerpo de ese señor
se alargaba y estiraba como un acordeón
saltando sobre el suelo
emulando a los muelles caídos
imaginando el vaivén de un vuelo.

Se marchitó la flor arco
su tronco despellejado 
los ladrillos del violonchelo
por los suelos desperdigados
y ese señor tan largo
como la niebla, evaporado.

Toni Oliver

Ocho de la mañana

Ocho de la mañana

Ocho de la mañana, ojos legañosos, un café con leche metido entre el pecho y la espalda, como cual pavo comiendo, al igual que dos tostadas que se han tomado medio café antes de comérmelas. 

Un vaso de agua, chiquicientas mil pastillas para el colesterol, el azúcar, la tensión, más un Paracetamol intentando vencer al conato de resfriado de verano que se está iniciando, de esos que parece que por mucho que uno intente no se curan nunca, volviéndose crónicos, la flema que ya forma parte del mismísimo respirar, habría que decir del mismísimo ahogarse con ella.

Con la parsimonia necesaria, lo que da ya un cuerpo viejo, aunque la mente se mantenga joven y con ganas de marcha, me enfundo en mi vestimenta motera, sí, por seguridad y porque a mis años y con el cuerpo cascado cada vez cuesta más recuperarse hasta de los arañazos. Se me había olvidado decir que lo que era mi  corazón, en uno de sus cabreos caprichosos se dejó un tercio de lo que era en el camino, pasó a mejor vida.

Me paso a por la moto, a unos cuantos cientos de metros de casa, el depósito vacío, esa gasofa se evapora, ya no es como la de antes, bueno, no es que ya no sea como la de antes, es que dolía menos, paso por la gasolinera, “lleno, por favor”, como de costumbre. Me paso por caja, horror, no puede ser, me dice la cantidad el que está en la caja, empieza a darme un tembleque, poniéndome pálido, es como si hubiera pedido combustible para un cohete espacial para dar unas cuantas vueltas por la galaxia, no me alcanza el efectivo, tampoco lo de la tarjeta. 

Al lado de la gasolinera hay un banco, voy a pedirles algo de dinero para pagar el repostaje, me mira el director con cara de mala hostia y peor mala leche, mira mis cuentas, me dice, estás a cero, no puedo darte nada. Pero para la cantidad que me pides tendrás que pedir una hipoteca, un simple préstamo no te va a servir. Si en la gasolinera me quedé blanco y temblando, ahora, en el blanco, pálido, con tembleque y mudo, no se me articulan las palabras, sólo simples balbuceos. Al final al verme tan desesperado, me conceden la hipoteca, la cual se ha quedado toda en la estación de servicio. 

Me he ido de ahí, he aparcado la moto y me he ido a echar una siesta que sale más barato, no me da para más. Lo de comer... Eso cuando llegue la extra, si es que yo llego a ella.

Sigo sin entender el porqué si en el 2008, en el pico máximo que llegaron a alcanzar los combustibles, 132,72 $, la gasolina no llegaba ni a un €, ahora con el barril Blend a 122,2 $, la gasolina supera los 2,19 €.

¿Hasta cuándo tendremos que soportar los “ladrones” autorizados por los gobiernos, incluso el de Europa, que nos roben y se queden tan anchos? Lo mismo para las eléctricas.

En fin, todo el pueblo arruinado y unos pocos, los amigos del gran capital forrándose y nuestros desgobernantes no dicen ni “mu”, y mucho menos hacen.

Toni Oliver