jueves, 6 de abril de 2023

Van a primera misa

Van a primera misa

Van las beatas y beatos
a primera misa de la mañana
rezando al diablo endiosado
en el confesionario se van confesando
sus falsos pecados con arrepentimiento vano
mientras van pensando
la trastada de a diario
el chisme cotidiano
el mangoneo de gramo en gramo
y otros que no digo para no hacerlo tan largo
golpes en el pecho, mea culpa, mea culpa
a quien jodo en este reverso
comulgando la hostia
mientras piensan con la que irán pegando
el cura se bebe el vino
ni se le ocurre ir invitando
una vez cruzado el umbral
piensa de nuevo y va exclamando
pensamiento, pienso y miento
total, a misa de mañana me van perdonando
aunque no tenga arrepentimiento
un pequeño pago en la bacina
suena a campanario
pero los billetes no se van viendo
que el cura va engordando
mientras se cae el decorado
la corona de los santos
las tejas del tejado
el frío helado en invierno
la peste a sudor en verano...
Ya se confesó el buen samaritano... 

Toni Oliver

Iba con mi caballo

Iba con mi caballo

Iba con mi caballo
rocinante, el de las rayas
la cebra, no, ella no era
pero si estaba en la playa
adentrándome en el mar
sus peces me acompañaban
al igual que las sirenas
nos guiaba el caballito de mar 
pasado, presente, una gran mezcla
pintores del pasado, su brocha
los del presente, el pincel mojado en pintura
fundiéndose con el lienzo de su mano maestra
el pintor, el actor, el poeta, entrando en escena
místico, pensativo, el alma en pena
mientras renace de sus cenizas
los silencios de la espera 
los arranques de la propia vida
de su corazón sacando mil maravillas
manteniendo esa esencia
entre el misterio, su verdad, la paciencia
contando la historia, la suya, la que dentro lleva
el fuego, las llamas, las velas
ese arder de las entrañas que expresa 
entre el murmullo del silencio
la algarabía en la cabeza
una expresión que al corazón llega
y, se queda, se queda, ni el viento se la lleva.

Toni Oliver

Son las tres de la mañana

2009. Son las tres de la mañana

Son las tres de la mañana, un dolor muy fuerte me despierta, intento calmarlo por si es algo muscular, pero nadad de nada, después de un buen rato luchando con el dolor y sin obtener resultados decido ir al servicio médico de guardia para ver que es lo que tengo y que me de algo para calmarlo. Un médico joven y su enfermera en la consulta, me explora, me hace un electrocardiograma, lo mira, se pone a mirar el ordenador, no sé si lo que buscaba es que es lo que yo pudiera tener, la solución o lo que era, al cabo de un rato se decide a meterme una buena dosis de calmante, ni idea de lo que era. Lo cierto es que no calmaba nada, al cabo de un rato le digo que todo el dolor que tengo, que abarcaba, todo el pecho, espalda, brazo izquierdo no disminuía nada, al revés, aumentaba, decidió inyectarme otra dosis de calmantes, con el mismo efecto anterior, es decir, ninguno. Por tercera vez decide inyectarme otra dosis, también sin efecto alguno.

Al cabo de un rato me manda para casa, dice que no encuentra nada. Me voy, estoy cinco minutos, me meto en el coche y arranco hacia el hospital más cercano, a unos 25 kilómetros. Al principio la carretera estaba tranquila, yo intentaba programar mi mente para llegar, cuanto menos me quedaba más largo se me hacía el trayecto, no había contado con un camión que no había forma de que se apartase, la carretera era estrecha y no daba para ello. Ahí ya mi mentalización se echaba por los suelos, cada vez pasaba más tiempo y yo ya no estaba para muchos trotes. En un momento dado cambió de dirección, vi el camino abierto, aceleré hasta llegar al hospital, llegué, sí, pero para llegar hasta urgencias me tuve que arrastrar por los suelos, estaba vomitando, subiendo una escalera que no es que fuera muy elevada, pero me costaba mucho el subirla, ya llegando al hospital, empecé a apoyarme en las paredes para llegar al portal de urgencias. Había un señor vestido de blanco fumando en la puerta, me miró, me sujetó y me colocó en una silla de ruedas, le di el papel de urgencias con el electro y el informe, curiosamente, lo que no vio el médico con toda la luz de la consulta, el ordenador y lo demás que tenía, lo vio este señor de urgencias del hospital. 

Acabé en una camilla enchufado a un montón de aparatos, poco a poco me estuvieron estabilizando, si bien el dolor seguía, pero yo ya estaba más tranquilo. En un tiempo no demasiado largo vino una ambulancia para llevarme a otro hospital, pues en este no me podían operar del corazón, había tenido un infarto. Para colmo, en la ambulancia no funcionaban la mitad de aparatos que hacían falta para trasladarme, los cambiaron con algunos del hospital, consiguieron llevarme enchufado a todos ellos hasta el otro hospital, me entraron en el quirófano, ahí tres mujeres con un montón de pantallas, de las cuales no veía muy bien el contenido, empezaron a operarme, lo que hicieron sólo lo saben ellas, según el informe me limpiaron todas las arterías dos de ellas totalmente obstruidas, colocaron un Stend y se encontraron con un 33% del corazón necrolizado.

Al bajar de la mesa de operaciones, curiosamente me sentí mejor que lo que me había sentido en trece años, trece años en que no conseguía descansar a gusto, siempre estaba cansado, en un montón de veces que había ido a urgencias por dolor de pecho, ninguna vez, si bien me hicieron un electro cada vez, nunca me hicieron caso, siempre decían que no tenía nada.

Tengo que dar las gracias a todos los médicos y demás personal sanitario que desde el hospital consiguieron salvarme.

También a la vida, la cual me dio un cambio radical, más problemas, pero también otra forma de ver el mundo y de verla a ella, la vida.

Toni Oliver

Quién puede no quedarse

Quién puede no quedarse

Quién puede no quedarse
con esa sonrisa que brilla
que deslumbra a mil millas
y te guía para que la alcances.

Tal vez de locos sería
el abandonar esa sonrisa
cuando te llama para que la sigas
al último confín del mundo si se tercia.

Y ya, con la mente ondulada
como ese pelo que me lía
andando en círculos sin saber si se deslía
o se convierte en el huracán del día.

Quizás, tal ves esos brazos
en cuanto te abracen te esclavizan
encerrándote entre los barrotes del corazón
moviéndote a su ritmo y vida.

Mis ojos, ahora nada claro ven
confunden el amor con el deseo
o... ¿Era al revés? Deseo con amor
tal vez todo arrejuntado. 

Como una amalgama de sentimientos
todos ellos encontrados
salvaje la mezcla
aún no se sabe el resultado...

Dichosos mis ojos que te ven
aunque sea con objetivos recortados
me quedo con esa sonrisa
antes de que me los tengas cegados...

Toni Oliver