jueves, 6 de abril de 2023

Son las tres de la mañana

2009. Son las tres de la mañana

Son las tres de la mañana, un dolor muy fuerte me despierta, intento calmarlo por si es algo muscular, pero nadad de nada, después de un buen rato luchando con el dolor y sin obtener resultados decido ir al servicio médico de guardia para ver que es lo que tengo y que me de algo para calmarlo. Un médico joven y su enfermera en la consulta, me explora, me hace un electrocardiograma, lo mira, se pone a mirar el ordenador, no sé si lo que buscaba es que es lo que yo pudiera tener, la solución o lo que era, al cabo de un rato se decide a meterme una buena dosis de calmante, ni idea de lo que era. Lo cierto es que no calmaba nada, al cabo de un rato le digo que todo el dolor que tengo, que abarcaba, todo el pecho, espalda, brazo izquierdo no disminuía nada, al revés, aumentaba, decidió inyectarme otra dosis de calmantes, con el mismo efecto anterior, es decir, ninguno. Por tercera vez decide inyectarme otra dosis, también sin efecto alguno.

Al cabo de un rato me manda para casa, dice que no encuentra nada. Me voy, estoy cinco minutos, me meto en el coche y arranco hacia el hospital más cercano, a unos 25 kilómetros. Al principio la carretera estaba tranquila, yo intentaba programar mi mente para llegar, cuanto menos me quedaba más largo se me hacía el trayecto, no había contado con un camión que no había forma de que se apartase, la carretera era estrecha y no daba para ello. Ahí ya mi mentalización se echaba por los suelos, cada vez pasaba más tiempo y yo ya no estaba para muchos trotes. En un momento dado cambió de dirección, vi el camino abierto, aceleré hasta llegar al hospital, llegué, sí, pero para llegar hasta urgencias me tuve que arrastrar por los suelos, estaba vomitando, subiendo una escalera que no es que fuera muy elevada, pero me costaba mucho el subirla, ya llegando al hospital, empecé a apoyarme en las paredes para llegar al portal de urgencias. Había un señor vestido de blanco fumando en la puerta, me miró, me sujetó y me colocó en una silla de ruedas, le di el papel de urgencias con el electro y el informe, curiosamente, lo que no vio el médico con toda la luz de la consulta, el ordenador y lo demás que tenía, lo vio este señor de urgencias del hospital. 

Acabé en una camilla enchufado a un montón de aparatos, poco a poco me estuvieron estabilizando, si bien el dolor seguía, pero yo ya estaba más tranquilo. En un tiempo no demasiado largo vino una ambulancia para llevarme a otro hospital, pues en este no me podían operar del corazón, había tenido un infarto. Para colmo, en la ambulancia no funcionaban la mitad de aparatos que hacían falta para trasladarme, los cambiaron con algunos del hospital, consiguieron llevarme enchufado a todos ellos hasta el otro hospital, me entraron en el quirófano, ahí tres mujeres con un montón de pantallas, de las cuales no veía muy bien el contenido, empezaron a operarme, lo que hicieron sólo lo saben ellas, según el informe me limpiaron todas las arterías dos de ellas totalmente obstruidas, colocaron un Stend y se encontraron con un 33% del corazón necrolizado.

Al bajar de la mesa de operaciones, curiosamente me sentí mejor que lo que me había sentido en trece años, trece años en que no conseguía descansar a gusto, siempre estaba cansado, en un montón de veces que había ido a urgencias por dolor de pecho, ninguna vez, si bien me hicieron un electro cada vez, nunca me hicieron caso, siempre decían que no tenía nada.

Tengo que dar las gracias a todos los médicos y demás personal sanitario que desde el hospital consiguieron salvarme.

También a la vida, la cual me dio un cambio radical, más problemas, pero también otra forma de ver el mundo y de verla a ella, la vida.

Toni Oliver

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