viernes, 2 de noviembre de 2018

Perdido en el mundo de los libros no publicados o condenados a no ver la luz

Perdido en el mundo de los libros no publicados o condenados a no ver la luz

Caminando por el camino lleno de barro, a la vera de las grandes montañas, cielo oscuro, fuertes vientos. Se iluminan los cielos de relámpagos acompañados de sus estruendosos truenos, temblando hasta los suelos.

De repente sobre mi cabeza una lluvia espesa, tanto que ni el camino se veía. Todo mojado seguí andando luchando con el barro del camino que cuanto más caminaba más se hundían mis pies. El agua arrastraba ya toda la tierra que sustentaba el firme de la vía convirtiéndose en un pequeño y furioso riachuelo. Era hora de buscar refugio y de abandonar el camino, ya intransitable.

Me adentré en el bosque que bordeaba el inexistente camino, el suelo ya un poco más duro y menos embarrado, por contrapartida todo cada ves estaba más oscuro, casi imposible seguir caminando por el bosque.

Seguía lloviendo a cántaros y entre relámpagos estudiaba los siguientes pasos, si bien los truenos el cuerpo estremecían.

Un tibio olor a humo se adentraba en mis narices. Intentaba buscar la dirección de donde venía entre estallido y estallido de los rayos, no muy lejos parecía una pequeña cabaña, humo salía de su chimenea, poco a poco me iba acercando, entre rayo y rayo algunos pasos aprovechando sus escasos momentos de luz...

Ya no calculaba el tiempo, sólo si iba avanzando, todo empapado llegué hasta la cabaña. Llamé a la puerta, dentro nada se escuchaba. Nadie abría, volví a llamar, pero parecía que nadie me escuchaba.

Decidí esperar un rato por si alguien aparecía, pero nadie asomaba. Intenté abrir la puerta, casualmente estaba abierta, entré con cuidado de no romper nana, sólo la luz del fuego la iluminaba. Todo en penumbra, pero se estaba más caliente que en el bosque. Me acerqué a las llamas para recuperar un poco de calor e ir quitándome la ropa mojada para que se fuera secando y evitar que el frío fuera calando en mis huesos y pillase un buen resfriado.

Se escuchan pasos, como provenientes del subsuelo, no se veían más puertas que la de la entrada, todo era una sola sala...

Empezaba a inquietarme, los pasos se seguían escuchando, cada vez más fuertes... De pronto, se paran los pasos y una voz potente, profunda, oscura:

¿Quién eres, que haces aquí?

Todo asustado contesté que me había pillado la tormenta y que al oler a humo decidí venir hacia la cabaña para ver si podía calentarme un poco y estar a cubierto.

Ponte cómodo y acércate al fuego, sécate bien. Me contestó

Se aparto un poco y vino con una olla pequeña que puso al fuego, al tiempo que se calentaba, desprendía un olor como de potaje, el hombre, soltaba pocas palabras, el seguía removiendo lo que había en la olla de barro con toda la parsimonia del mundo, sin prisas, pero sin parar de remover.

Se apartó un momento y trajo dos platos en los que repartió lo que había en la olla, me acercó uno con una cuchara que también había traído... “Come” me dijo, a secas, sin articular más palabras. Le di las gracias y empecé a comer, en realidad era un raro y delicioso potaje que calentaba hasta el alma, y más con lo remojado que había llegado, me dolían hasta los huesos de la humedad y frío. Con el fuego se me iban calmando poco a poco y con el plato de comida aún más.

Cogió los platos, ya vacíos, y la olla, se los llevo a una especia de pica que tenía, al momento los fregó con un poco de agua y los dejó escurriendo. Volvió hacia la chimenea mirando fijamente las llamas, su parpadear y las diversas formas y colores que formaban.

Perdona si no hablo mucho, soy hombre de pocas palabras y no estoy acostumbrado a hablar con la gente. Hace cientos de años, ya he pedido la cuenta, que vivo aquí. Mi misión es guardar un gran secreto y eso no te lo voy a contar por ahora, pero podemos seguir hablando, así que ahora te toca a ti, cuéntame un poco de ti. Por cierto, me llamo Pedro.

Pues mira Pedro, yo soy... Así estuvimos hablando varias horas, mejor dicho, perdiendo la noción del tiempo contando toda mi vida y adonde iba por ese camino que se había convertido en un río con la lluvia, hasta llegar a esta cabaña.

Ya cogido un poco de confianza Pedro me dijo: Bien, ahora que ya te conozco un poco y creo que me has contado la verdad, si quieres te voy a mostrar el secreto que estoy custodiando, pero si aceptas, tendré que vendarte los ojos y llevarte a un lugar indeterminado donde no podrás contar a nadie lo que has visto y mucho menos entrar en por menores, tiene que seguir siendo un secreto. Como mucho lo puedes contar como si fuera un cuento.

A lo cual, y dado que la intriga ya me podía, me carcomía la idea de  irme de ahí sin saber cual era ese misterioso secreto, le dije que sí, aceptaba.

Me dio algo de beber, sabía a agua, me vendó los ojos, me cogió la mano y le seguí, estuvimos un buen rato caminando, pero no hacía frío y estaba seco, subimos y bajamos muchas escaleras. La verdad es que a pesar de ir con los ojos tapados me sentía seguro, una temperatura muy acogedora, no sentía miedo alguno, cosa que no era normal con un casi desconocido y en su casa.

No sé el tiempo que pasó, me quitó la venda, poco a poco abrí los ojos... No podía creer lo que veía, por doquier donde miraba había muchos, pero muchos libros, de todos los colores y tamaños, no era capaz de ver el final de las estanterías y mucho menos de los libros.  No me vi la cara, pero debía ser un poema sin palabras.

Ves, me dijo Pedro, esto es lo que custodio, aquí están todos los libros que no se han editado, los que se han prohibido o los han quemado para que no sean conocidos, también los que muchas mentes han pensado y no se han atrevido a escribir. Ven, sígueme.

Le seguí, pero al pasar por delante de la primera estantería noté como si mi cerebro se volviera más sabio, como si ya conociera el contenido de cada libro que dejaba atrás, sólo el mirar el título de cada libro me daba la sensación de que entraba en mi cabeza. Todo parecía muy raro, pero, curiosamente, seguía muy relajado.

¿Te has dado cuenta? Me preguntó, a cada libro que miras su contenido pasa a ti, pero ninguno tiene que salir de aquí. Como verás hay mucha sabiduría escondida entre todos esos libros, muchas historias, muchos diálogos, muchas vidas, casi toda la historia del universo, sin pasar por la censura de los gobernantes de turno, las historias tal y como sucedieron, las perversas mentes de las gentes cuando les quitan la punidad de sus actos, sus crueles crímenes, pero también bonitas historias de amor, de humanidad, ese amor al prójimo sin odio. El abanico es muy amplio, pasando por todas las etapas de cada uno. La verdad sin tapujos, sin censores. DE ahí que todo esto no puede salir a la luz, si los sacas date por muerto, uno u otro encontrará el motico para matarte o amargarte todo el resto de tu vida. De ahí que sólo podrás sacar cuentos, contarlos como si de una historia fantástica de un mundo fantástico irreal, que nunca ha existido, pero que mucha gente querría que así fuera, si lo haces así te dejarán vivir, te llamarán loco, pero tu no hagas ni caso, sigue contando historias “irreales”. Recuerda, es la mejor forma de llevar la verdad a las mentes carcomidas por los clanes gobernantes...

Te dejo un rato solo, luego vendré a por ti.

No se el tiempo que pasó, pues no existía el tiempo entre tantos libros, sólo sé que era apasionante, increíblemente increíble... Apareció Pedro, me dijo que me iba a poner de nuevo la venda y me dio otro sorbo de agua o lo que fuera, pero sabía a agua. Nada más recuerdo. Abro los ojos, estoy sentado en la orilla del camino, el que había abandonado, ya seco, sin barro, un día espléndido, sol reluciente. Mi mente dando vueltas a lo sucedido, pero las únicas palabras que me retumban eran “ no puedes contarlo como realidad, todo como ficción, nada más”

Toni Oliver