domingo, 22 de abril de 2012

El autobús


El autobús

Los alumnos de la Escuela de Armas Antisubmarinas salen de sus aulas cargados con los libros, blogs y material para escribir, si dirigen, sin formación alguna, por la senda de los Elefantes hacia la base.

En el puerto entrando está un buque dragaminas, se dispone a atracar en el puerto, se ve movimiento, los marineros se apresuran a esperarlo y así poder recibir sus amarras y colocarlas en los estays para que se pueda realizar la maniobra de atraque a la perfección, con todo cuidado y sin peligro para las instalaciones ni para el buque. Sobre la cubierta, tanto en el castillo de proa como en toldilla varios marineros colocan las estachas en los cabrestantes para así tensarlas y acercar poco a poco el buque al muelle, cada vez las estachas más tensas están, el agua cae de ellas, la tensión provoca que el agua que del mar han recogido se vaya eliminando y al mar vuelva a caer.

La maniobra se realiza sin ningún problema y el dragaminas atracado queda, se baja el portalón y baja la tripulación a puerto comprobando todos los amarres con tierra y la tensión de las estachas pertinentes, pues tampoco demasiado tensas pueden estar si se las quiere de roturas preservar.

Por el otro lado del muelle, otros marinos corriendo de un lado al otro del puerto para estar en perfecta forma física, son los aspirantes a buceadores de combate, personas que son capaces de salir de debajo del mar y trepar por las amuras de cualquier buque y subir a bordo sin ser descubiertos.
Gente muy bien preparada y siempre en el anonimato, pero gente que lo va a dar todo cuando sea necesario, no solo es personal de la Armada, lo hay de todos los cuerpos de Seguridad del Estado y la preparación es muy dura. No todo el mundo vale para ello, esta gente tiene que estar muy bien preparada tanto física como mentalmente.

A lo lejos un autobús gris con matricula de la Armada se va acercando a la base, despacio, sin prisas, llega a la base y da la vuelta y se para.

Los alumnos que lo estaban esperando se suben a el para que los lleve a la residencia, es casi la hora del almuerzo y los estómagos ya empiezan a ronroear como si gatos dentro de ellos hubiera.

Ya no hay asientos libres, el resto de alumnos se quedan de pie por los pasillos aguantándose como pueden para no ir dando bandazos de un lado hacia el otro. El conductor cierra las puertas, arranca el motor y el autobús empieza a rodar, a rodar por la turtuosa carretera que sube la montaña, una montaña llena de polvorines disimulados en medio de la vegetación natural del bosque, poco a poco vamos ganado terreno a la montaña, curva tras curva, por un lado la parte por donde sube la montaña, por otro el vacío hacia el precipicio, precipicio que en sus laderas soporta los cables de alta tensión que suministran la energía a la base, pasan justo por debajo pero por la parte de afuera del firme de la calzada, entre los pinos colgantes que de dicha ladera van colgados.

Sigue el vehículo su ascensión hacia la residencia, un coche blanco en una curve se ve venir y de pronto un silencio atroz, todos los viajeros con la sangre completamente congelada, todos aguantando la respiración y mirando a la parte interior del a carretera, un coche blanco completamente destrozado.

En el autobús casi 80 personas siguen sin respirar, mirando a un lado el precipicio con los cables de alta tensión y el autobús que balanceaba sobre el borde de la carretera, luchando porno caer al precipicio al primer movimiento en falso de cualquiera de los que a bordo se encontraban. Casi sin respirar y guiados por el conductor, blanco como una pared encalada estaba, pero que supo mantener la calma y hacer que todos la mantuviésemos nos hizo salir a la carretera por su puerta, uno a uno y despacio, sorteando y controlando el peso para que no se despeñara el vehículo, después de unos muy tensos minutos logramos salir sanos y salvos dejando a su merced al autobús, que no llegó a caer, pero muy poco faltó.

Fuera el panorama era desolador, reconocimos el coche, era un Seat 600, por la matrícula lo identificamos, era el coche de unos compañeros nuestros, pero algo no cuadraba, no encajaba, el coche no era descapotable, pero no tenía techo y este no estaba por ningún lado, de momento lo olvidamos, seguimos por la carretera para encontrar a sus ocupantes, el primero seguía en el coche agarrado al volante y sentado en su silla, como si no le hubiera pasado nada, pero no respiraba ni se movía, seguimos buscando a más pasajeros y el siguiente estaba tendido en el suelo, pero con algo que le salía del vientre, todas las tripas habían reventado y ahí estaba desangrado, levantamos la vista y al otro lado de la carretera una persona sentada en otro asiento mirando la pared de roca que formaba la montaña, seguía sentado, pero todo el rostro destrozado, el suelo lleno de sangre. Había dado contra el muro y había rebotado quedando sentado en el mismo asiento que iba, pero todavía respiraba, al poco tiempo llegó un coche oficial que también se dirigía a la residencia y vio todo el desastre montado, mando al chófer, los teléfonos móviles todavía no estaban en uso, a la base a pedir ayuda, un tiempo no especificado más tarde llegó la ambulancia y se llevo al herido al hospital. Los demás salieron con la funeraria y nosotros seguimos hacia la residencia andando, con la moral por los suelos, pero con algo bueno, 80 personas nos habíamos salvado del desastre gracias a la pericia del conductor que supo controlar el autobús hasta el último segundo sin que se saliera de la calzada, aduras penas, pero lo consiguió.

El conductor también fuñe ingresado en el hospital recibiendo tratamiento psiquiátrico por más de un año y le costó caso año y medio volver a coger un autobús.

El pasajero del coche que quedó vivo, estuvo en coma casi tres años hasta que falleció.

Día trágico en la Escuela de Armas Submarinas EAS Bustamente.

A mi, cada día que pasaba por el lugar me venía a la mente la viva imagen que grabada me quedó de la silla con el cuerpo dentro y destrozado por el golpe, eso día tras día, hasta que la Escuela abandoné.

Por cierto, la parte de arriba del coche quedo soldada al autobús, por ello no la encontrábamos.

El café


El café

El café humeante en la taza
sobre la mesa reposa
su perfume toda la estancia llena
el olfato agradece su presencia
ahí en la taza su presencia
negro como el carbón asoma
ligera acaramelada espuma lo adorna.

Ayudada por la mano se levanta la taza
que a la boca acerca el vaporoso perfume 
por la nariz entra vaporoso
los sentidos estremece.

En la boca entra
por las papilas gustativas se esparce
un agradable sabor amargo
sabor que agradable se hace.

En el cuerpo entra
el cuerpo despierta
todo reacciona.

Sobre la mesa la taza se coloca
el sorbo en la boca se saborea
otro sorbo en la taza espera.

Toni Oliver