sábado, 4 de noviembre de 2017

Ese abrazo ausente

Ese abrazo ausente

Buscando ese abrazo que me cure de todos los males, voy recorriendo montes, valles, ríos y mares, los pies y los ánimos de encontrarlo se desvanecen a veces perdiéndose entre el polvo del camino. Con el soplo del viento desaparecen los pocos restos que sobre las piedras quedaban. Solo me queda tomar un descanso para recuperar los restos de esos despojos andrajosos, desgastados por el tiempo como una lima come el hierro.

Bajo un árbol, en la penumbra del fuego casi consumido, nublado el cielo amenazando tormenta, por haber no quedan ni estrellas. En un intento de abrazarme, desnudo, secando las ropas del viaje, mis manos cogidas de su hombro contrario, un fuerte abrazo, casi temblando.

Mi otro yo, el de mis adentros, empujando mi piel, mis huesos, con sus manos, intentando salir de mi cuerpo para darme ese abrazo tan deseado, aportarme ese calor, no soporta verme tiritando.

Una voz ausente me susurra en medio de la nada, si vas a seguir tiritando, tiritaremos juntos fundidos en un abrazo... Avivemos este fuego y sigamos calentándonos, si nadie viene, nos bastamos.

Toni Oliver

Pensamientos filosóficos a cualquier hora del día o de la noche. 04/11/2017

Pensamientos filosóficos a cualquier hora del día o de la noche. 04/11/2017

De humor también se vive, con la sonrisa el alma se siente, con las carcajadas... Ummm, que decir se puede cuando todo el cuerpo se transforma, hasta revive lo que se muere.

Toni Oliver

Ella

Ella

Ella le quería con locura, había encontrado a ese ser que tanto anhelaba, como sacado de un cuento de hadas, pero no era el Príncipe, era el malo, ese que le hacía sentir apasionada, donde con su sólo respirar ya se excitaba.

No era guapo, tampoco feo, su rostro o cuerpo no le importaba, sólo sabía que a su lado era ella con toda su pasión, su vigor, esa energía que jamás había encontrado, ese sentir que en ningún libro le habían explicado.

Con él encontró un mundo desconocido, jamás imaginado, el sólo tacto de sus dedos, una simple palabra, una mirada, hasta el silencio sintiendo su aliento sobre su piel, como la cálida brisa de veranos sobre la piel mojada.

Húmeda la piel, todo el cuerpo, por fuera y por dentro, aflorando hasta el más oculto y perverso de los sentimientos, jamás conocidos en los cuentos ni en las historias contadas. Esos escalofríos en los que se eriza todo el vello, como las espigas de trigo bajo el sol veraniego, brillantes, doradas, moviéndose al son del viento, como su aliento.

No, no estaba loca, no se enamoró del Príncipe azul, el de los ojos azules, rubio y alto, se enamoró del mismísimo diablo, de la pasión del fuego, del arder de los sentimientos no censurados, donde la permisividad de todo anula cualquier freno en los sentires, esos que definición no tienen para gente que no los entiende, sin comparación se quedan inentendibles.

Ella, quizás la loca, la majara, la diabla, la bruja, la Inquisición en la hoguera la habría quemado, sin juicio dado, su felicidad jamás la habría soportado y mucho menos perdonado.

Sus ojos siempre iluminados, rostro brillante reflejando esa alegría de dentro salida, sin parangón a la fingida, esa que nos inculcan para llevarla en la vida, marcando nuestros pasos para que no nos salgamos del rebaño. No, ella tenía toda esa felicidad prohibida, el saber disfrutar de la vida entregándose a lo más apasionado, el amor alocado, o quizás no tanto, pero así era clasificado...

Toni Oliver