viernes, 17 de marzo de 2023

Hoy las musas

Hoy las musas

Hoy las musas me han pedido un poco de descanso, pero tras un rato de asueto me han pedido que les cuente un cuento, como si fueran las batallitas del abuelo. Como puedo negarme a eso si alimentan todos los días mis pensamientos.
¿Os acordáis, cuando aún no había nacido que nacer no quería, al final acabé saliendo? Sin acordarme de ello, lo iba contando por la vida, y tras muchos años me enteré de que era cierto.
¿Os acordáis también, siendo también muy chico, yendo en ese coche con carrocería de madera, el patinazo que dimos y se desmontó todo el vehículo? Recuerdo yo de tal día esas manos misteriosas que me sujetaron entre tantas vueltas sin que los golpes del vuelco me afectaran, cosas de antaño, se  puso el coche en su posición correcta, todos los trozos del mismo dentro y nosotros encima y continuamos el camino... Sólo un susto, antesala de lo que sería mi vida.

El principio de trabajar en las cocinas, empezar el día con una buena explosión de gas, saltando la cocina por los aires, con resultado de un chamuscado de pelos y cejas... El susto no me lo quitó nadie. Creo que ahí ya querían entrenar mi corazón para que fuera lo suficientemente fuerte para aguantar el resto de mi vida.

En mis viajes subacuáticos, a 300 metros bajo el agua se rompen los timones bajando y bajando hasta que se escuchaba como se retorcía el submarino, el buen hacer de los compañeros y la magia que nos ayudó a que se parase la interminable inmersión hizo que se quedara estabilizado, subiendo a la superficie de nuevo, todos sanos y salvos, más blancos que el mejor lavado del inmejorable detergente de aquellos tiempos... Llegó la ballena misteriosa e invisible y nos subió a la superficie.

Seguimos con las explosiones en viajes subacuáticos a gran profundidad. A medio metro de mi explota una bengala de señales marinas reventando la puerta de 25 mm del exterior, un cable me golpeó, por la explosión las piernas, suerte que las llevaba cubiertas con una gruesa funda, que quedó cortada. Los nomos de las profundidades marinas le restaron fuerza.

O ese autobús, que por esquivar un coche que se empotró en el en una curva quedando colgado al borde del precipicio, lleno de cables de alta tensión, 85 personas a bordo, con toda la calma posible pudimos salir del autobús, mientras se balanceaba, los nomos del bosque lo aguantaban, seguro. No tanta suerte los del coche, tres cuerpos reventados por el golpe.

Un día yendo en moto, veo un coche que hacía un stop estupendo, la intuición me decía, “a que sale cuando pases”, dicho y hecho, sale el coche todo lanzado, que nadie me pregunte como, pero salte de la moto, me levanté del suelo y la moto seguía arrastrándose por los suelos más de cien metros del impacto. Del susto ni hablo, al día siguiente mi corazón seguía disparado, la moto para el chatarrero.

Más explosiones de gas con los mismos efectos que en la primera o un gran infarto donde se quedó un tercio del corazón... Tantas veces la Parca viniéndome a verme, nos echamos una partida, y  a seguir viviendo.

Me preguntáis por mi calma, ahí os he dejado unos ejemplos.

Podría poner más, pero por hoy ya basta... Vámonos, señoras musas a la cama, que por hoy ya hay bastante cuento.

Toni Oliver

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