miércoles, 21 de septiembre de 2022

Octubre

Octubre

Octubre, mes de diálogos con mi amiga la Parca. Como otras muchas más veces se acercó con su guadaña bien afilada, trece añitos ya de su hazaña, arrancándome un cacho de ese corazón que toda mi vida mi sangre bombeaba. Sí, toda mi vida me dejaste marcado, Parca, tú, como prenda te llevaste ese cacho, en cada paso me lo estás recodando, aunque te vaya ganando todas las batallas.

Que muchas veces hablamos, unos lo llamarían monólogo, yo le llamo diálogo, en diferido, pues me contestas a tu antojo poniéndome zancadillas en doquier, por si cuela y ganas la guerra, pero no pones tu empeño, te gusta regocijarte en mi lucha sin campo de batalla, bueno, bien pensado ese campo es mi propio cuerpo, desgastado por esas pruebas que constantemente me vas poniendo, con todos los obstáculos que se te van ocurriendo. Me imagino viéndote, esa maléfica sonrisa en tu rostro, bueno, mejor en esos huesos carcomidos por los gusanos que representas, quedándote las mandíbulas desencajadas en cada una que supero. Hasta las cuencas de esos oscuros ojos, desencarnados, sin pupilas, llevándote el enfado pertinente.

Sí, a ese lo vi en tu rostro cuando los médicos tiraron fuertemente de mi consiguiendo que siguiera con vida, si bien en el primer intento trabajabas con otro médico que era tu aliado, no notando nada raro en mi cuerpo cuando en él llevaba todo el dolor del mundo, como arrancando toda la carne de mi pecho y espalda, pero no, él no notaba nada, sólo dándome calmantes y más calmantes, pero esos no hacían nada de nada, el mismo efecto que un vaso de agua, sí, pero en un ahogado.

¿Qué hoy me he olvidado de los versos? Pues no, no me he olvidado de ellos, pero hoy quería contar algo más que unos simples versos explicando nuestros diálogos.

Es nuestro trece aniversario y como cada año, contigo, mis diálogos. Con todas las otras tentativas no te había dedicado ni una palabra, también fueron fuertes, pero se quedaron en la emoción, en el susto, aquél bloqueo de ruedas de la moto, el remolino que nos tragaba a mi y a mi compañero, esas veces que el submarino no subía a flote, retorciéndose por la presión sobre el casco, quedando retorcido como si fuera un tramo mojado que intentas sacarle el máximo de agua, otra vez, con aquella Vespa contra la que mandaste un coche para que me atropellara, el ciento veintisiete que se te ocurrió darme vueltas y vueltas con todos los cuchillos de mi trabajo dentro, volaban por todos lados en cada vuelta de campana, al igual que cuando era pequeño con el coche de mi padre, un coche de esos con carrocería de madera, me acuerdo, aunque era muy pequeño, porque al final le dio la vuelta de nuevo, lo dejó para funcionar y colocó todas las maderas encima, sobre ellas, a mi madre y a nosotros. Todas esas explosiones de gas que me dejaron sin pelo y otras tantas y tantas zancadillas que me has puesto. 

A veces me preguntan, porque eres tan frío en las emergencias, tu lo sabes muy bien, si no fuera por esa serenidad que me acompaña en los momentos difíciles hace tiempo que habrías ganado esta guerra, pero, recuerda, todavía me quedan muchos versos e historias que compartir, batallas que ganar y otros avatares que pasar.

No tengo prisa alguna, pero cuando al final contigo me lleves me tendrás que aguantar, te seguiré tratando de tú a tú, como hasta ahora.

¡Hasta la próxima! Un año más.

Toni Oliver

No hay comentarios:

Publicar un comentario