Al alba, con los ojos entrecerrados, sueño aún debajo los párpados, deslumbrado por el rojo horizonte, preludio del amanecer de un día cálido, en un otoño incipiente, aire intranquilo soplando a ráfagas, silencios y calma por momentos, las hojas de las hayas merodeando como planeadores, en silencio, sin rumbo, sólo un destino, ser abono para la tierra y empezar un nuevo ciclo. El corazón se conmueve entre tanta belleza, acompañada del canto de los pájaros, música para Dioses.

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