jueves, 27 de abril de 2023

Maullando

Maullando 

Maullando estaba el gato, en algún lugar impreciso, quizás sobre los tejados, buscando apareamiento, esos maullidos muy parecidos al de los niños llorando. De vez en cuando se encendían las luces de las ventanas adyacentes intentando aplacar esos maullidos con ruidos extraños.

Se sumaron a la fiesta los ladridos de varios perros, indeterminado el número ni la posición, pues entre la noche y tanto jaleo se convertía todo en uno.

Buen concierto para una noche de verano, de esas que necesitas reconciliar el sueño y no hay forma, te piensas que has empezado a dormir y empiezas a escuchar esos niños llorando desesperados, pero don, esos gatos en su ceremonia de apareamiento.

A veces uno desearía mejor que hubiera algún “Pub” o Discoteca cerca, por lo menos uno podría bajar a tomar algo y no aburrirse hasta desesperarse dando vueltas en la cama, mirando el despertador, hay que levantarse temprano, el trabajo no perdona, y si no trabajas te quedas en paro, sin casa, sin comida, y sin todo. Pasan las horas y sigue el animalístico concierto, perros, gatos, seguro que las ratas están aplaudiendo el espectáculo desde la mejor terraza donde se contemplan los músicos, iluminados por la luna llena, encendida allá en pleno cielo. A veces parece,a l pasar alguna nube por delante, que se pone un velo de seda y guiña un ojo a esos ratones que tan bien se lo están pasando sin tener que huir a la carrera ante esos músicos, ahora entusiasmados son sus aullidos, ladridos, adulados por los aplausos, quizás con un poco de orden se podría confundir con el arte flamenco de las palmas, pero reconozco que todavía no están lo suficientemente entrenados, no pasan de malos aficionados.

En el piso de arriba, se escuchan movimientos de muebles, golpes sin ton ni son, por un momento pienso que algún fantasma está removiendo toda la casa para asustar a sus inquilinos, pero no, al rato se escucha unos golpes metálicos acompasados rebotando en la pared, uno, dos, tras, cinco, diez minutos, por fin, un descanso...

Poco duró, al poco tiempo las sirenas de las ambulancias, policía, bomberos y no sé que más, un lío de sirenas y luces azules y naranjas, gente con botas, lo digo por el ruido de sus pisadas, subiendo a toda prisa por las escaleras.

Tocaron a la puerta de manera desesperada, ¡Abran, abran, policía, bomberos! Abrí la puerta, vestido con la sábana, de sudor toda mojada, sólo me dio tiempo a coger las llaves. Me vi en una masa de gente que bajaba corriendo, otros no habían tenido la suerte de agarrar algo para taparse, desnudos tal como vinieron al mundo, poco importaba, decían que se había incendiado el edificio en la parte de arriba, desde abajo no se notaba nada...

Ya en la calle, el piso de encima del mío ardiendo, los bomberos con sus escaleras, muy justas para llegar hasta el séptimo piso, intentando con sus mangueras apagar dicho fuego... Como sucedió, ni idea, salvo que con tanto movimiento y insistencia, con la cama hicieran contacto con los cables y se incendiara... 

Esperaremos al amanecer a ver que cuentan los periódicos, ahora la información es nula, sólo llamas por la ventana.

Toni Oliver

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