miércoles, 26 de abril de 2023

Aparecieron los nubarrones

Aparecieron los nubarrones

Aparecieron los nubarrones, oscuros cerrando el cielo, los rayos del sol ofuscados tras el grueso de la tormenta, de granizo para más datos, golpeando con toda la fuerza toso lo que estaba a su paso. 

Sobre el suelo húmedo por la lluvia anterior salpicaban el agua los trozos de hielo que estaban cayendo, parecido a un bombardeo sobre el asfalto de pequeñas bolas blancas de hielo.

Al chocar sobre los paraguas de los transeúntes, lo agujereaban haciéndolo inútil, si le sumamos el viento que estaba tomando fuerzas superiores arreciando hacia el infinito, ese paraguas se convertía en un objeto inútil que entorpecía el avance, pues el viento al incidir sobre él hacía retroceder los pasos andados, terminando la escena abandonando semejante instrumento inservible y estorbado, incluso peligroso, podría arrastrarte sin remisión hasta estamparte en cualquier lado.

Se escucha un paso firme, sin prisas, pero decidido, a cada pisada saltaba el agua del suelo montando una ola que se esparcía por los lados, entre esa oscuridad, el bombardeó del granizo, la lluvia que lo acompañaba, apareciste, vestida de negro, abrigo corto bastante por encima de las rodillas, sin apariencia de llevar nada debajo. Tu mirada en mi se quedo grabada, mientras el pelo chorreando, que digo, rezumando agua por todos lados, fuente infinita que caía entre esos pechos recorriendo, bajo el abrigo, esa piel hacia caer bajando por las piernas y fundiéndose con el resto mojado.

Ahora ya eran nuestras miradas las que se habían quedado en modo fijas, casi sin parpadeo, esa vez también estaba ya mojado, nuestros labios, sin acuerdo alguno se sonrieron los unos a los otros, acabando ambos abrazados bajo la fuerte lluvia y el viento que seguía arreciando.

¿Porqué no nos resguardamos quizás te estés preguntando? Una buena pregunta, pero no había sitio alguno en esta calle donde resguardarse y mojados ya estábamos, calados hasta los huesos, que más da si nos seguimos mojando si cuando lleguemos a algún lugar cubierto tendremos que quitarnos todo lo que llevamos puesto para no enfermar de una pulmonía. De la mano seguimos caminando, a ratos emulando el famoso “cantando bajo la lluvia”, esta vez sin mangueras que nos proporcionaran el agua, ahora el agua en directo y natural, a lo bestia. Hasta pensamos bailar agarrados de alguna farola, pero no estaban encendidas, perdía la gracia, pero, porque no reconocerlo, algunos pasos si dimos aferrados a alguna farola existente, aunque no iluminara, cosa que ya hacía falta dado que ya era ella tardecer y con la oscuridad en que estábamos sumidos por la tormenta hubiese sido bien aceptada.

Llegados a ese momento, ya nadie se paseaba por la calle, la gente se había disuelto entre esas gotas y el peligroso granizo que se estaba acumulando sobre el suelo volviéndose peligroso, resbaladizo. Por debajo la hacer ase ven correr algunas capas de granizo florando sobre el agua que los arrastra hasta los atascados desagües de la ciudad, ahora ya misteriosa con apariencia de abandonada.

Llegamos a un hostal, si bien no inspiraba demasiada confianza tampoco había muchas más alternativas. El recepcionista, tras pedírselo, nos dio una llave y subimos a la habitación, nos quitamos todas las ropas tirándolas dentro del plato de ducha, chorreaban por todos lados como si fueran grifos abiertos, nos secamos con las toallas y buscaos como calentarnos... Ahí que trabaje la imaginación, nosotros estamos ocupados...

Toni Oliver

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