domingo, 14 de noviembre de 2021

Cruza el puente del bosque

Cruza el puente del bosque

Cruza el puente del bosque
de lado a lado entre la nada
luz de fondo, imaginaria
el follaje todo lo tapa.

Quizás imagines lianas
donde te puedas agarrar
mientras de una a otra saltas
pero son las garras
las del bosque que te va a atrapar.

La mente te atrapará
cuando quieras liberarte, cadenas
te das cuenta que las arrastras
mientras andas sin avanzar.

Su perfume, su belleza
mundo inmenso de naturaleza
lejos de la selva
del asfalto y la ciudad.

Eslabones de acero, vil metal
a veces desearías una sierra
para cortar lo que te encadena
pero... Lo piensas y vuelves atrás.

Prefieres quedarte encadenada
siendo tu le gran fiera
moviéndote sobre las hojas
desde lo alto caídas.

Sacas la belleza
que llevas en tus entrañas
antes entre el silencio enterrada
ahora con las cadenas, liberada.

Los sonidos de la orquesta
animales, chillidos, hojas
música celestial
entre el silencio del alma.

Toni Oliver

Te dije alguna vez

Te dije alguna vez

Te dije alguna vez
que bajo esa capucha peluda
brilla tu rostro como el sol 
al fotógrafo no se lo digas
si bien el tiene todo el mérito
de que tu sonrías con ese destello. 

Ya se me ha ido el santo al cielo
por donde iba, qué iba diciendo...
¡Ahhhh, sí! Ese brillo sólo aparece
cuando el amor sale desde dentro
generado por un evento
que hace que te entre 
un cosquilleo por dentro
como las mariposas y su revoloteo...

Ahora que me acuerdo
la memoria a veces me falla
se va de festejo y me olvida
sí te lo dije alguna vez
esas letras perdidas por el desierto
que se evaporan con el sol 
cuando entra en su pleno apogeo
como el agua tras la lluvia
pero la semilla queda dentro...

Toni Oliver

El banco

El banco

Cansado, los pies llevaban mucho tiempo caminando sobre las blandas arenas del desierto. El sudor ya estaba agotando las reservas líquidas de mi cuerpo, el sol, siempre ardiente llegando las horas del medio día, la luz cegadora. Mi mente pensando, para un rato, descansa, que a este paso te quedas disecado bajo este sol.

Unas grandes rocas se vislumbraban, allá a lo lejos, quizás veinte minutos o treinta para llegar. Me cargué de ánimos para ver si conseguía alcanzarlas, pues parecía que algo de sombra hallaría, así poder descansar un rato.

Bajo una de las rocas, una pequeña cueva, mucho más de lo que esperaba para esa pausa que tanto me hacía falta. Por un momento pensé que tenía un espejismo o que mi mente me jugaba malas pasadas. Había un banco en forma de libro abierto, cosa extraña, mucho más en un desierto, las hojas estaban escritas, las palabras grabadas a cincel, un pequeño problema, no entendía ni una palabra.

Me despojé por un rato de las ropas, de sudor empapadas, para que se secaran y, de paso, refrescarme un poco con la ligera brisa, que al entrar en la cueva era algo más fresca que el aire que soplaba sobre el desierto. Este último era como cruzar entre las llamas.

Me acosté sobre el banco, curiosamente, estaba fresco, lo que ayudaba al descanso. Pronto el sueño me venció, los ojos se cerraron, entré en el mundo de Morfeo.

De repente, sin saber como, estaba leyendo el banco libro. Me transportó a otra cueva, en la entrada una gran piedra, con un simple toque se abría, al cruzar se cerraba, me recordó las puertas automáticas de los aeropuertos, pero en piedra. Una tenue luz alumbraba una larga escalera que bajaba hacia las entrañas de la tierra ,anchos escalones bien excavados en la misma roca.

A cada lado, se veían las estalactitas y estalagmitas, sus correspondientes goteos de agua, aportando música a la estancia. Al final de la escalera, una pequeña explanada  y una puerta como la de la entrada que se deslizaba con un simple toque, sin apenas fuerza, al cruzarla, se encendió la luz, ya un poco más fuerte que la anterior, un perfume de papel añejo, como de libros antiguos, estanterías infinitas, cerradas con cristaleras, dentro, todas llenas de libros, pergaminos, montones de folios agrupados en cintas de varios colores, me imaginé estar soñando dentro de un sueño.

En el centro de todas estas estanterías, una pequeña sala en la que había unos bancos y sus correspondientes mesas, con atriles, la luz sobre ellos era un poco más intensa que en el resto del lugar.

Intento abrir la cristalera de una de las librerías, no llegué a tocar el cristal, éste se deslizo suavemente mostrando su contenido, curiosamente, entendía todos los títulos, no había confusión con los idiomas, al abrir el primero de ellos para ojearlo...

Un salto en el tiempo, me vi viviendo en medio de una selva, en una tribu, nos estábamos preparando para salir de caza, era hora de conseguir alimento, empezamos a caminar unas cuantas horas, pero ahí el tiempo no contaba, tenían todo el del universo. De pronto, nos paramos, todos silentes, no se nos escuchaba ni el aliento, en las manos, cada uno con una rudimentaria lanza, punta de piedra, nos dispusimos  para el ataque, no distinguía el animal, pero era grande...

Nos esparcimos, pasos silenciosos, para atacarlo por todos los francos. A una señal, salimos corriendo hacia el animal, cuadrúpedo, sin cuernos. Se quedó quieto, como pensando, ataco o salgo corriendo, su instinto le dijo que corriera, lo hizo, todos nosotros corriendo desesperados tras él, para abatirlo y conseguir alimento para unos días, me di cuenta que íbamos desnudos, descalzos, al pasar por entre las zarzas, estas se deleitaban haciendo sus marcas en nuestros pies y piernas, alguna hasta nos cortaba la piel, Ya casi sin aliento, la velocidad del animal era más fuerte que la nuestra, seguimos en el intento, pero al poco le perdimos.

Medio desechos por el esfuerzo, sin haber conseguido el alimento que buscábamos, nos paramos un rato para recuperar las fuerzas...

Cerré el libro, abrí los ojos, seguía tumbado sobre el extraño banco, ahora sí, más descansado, afuera, el sol ya se estaba preparando para acostarse tras las arenas del horizonte, las arenas se iban enfriando.

Decidí seguir el viaje y guardar ese lugar en secreto, como guarida para el descanso, y... Quién sabe, si para volver a intentar recuperar el sueño donde lo había dejado.

Toni Oliver