domingo, 9 de junio de 2024

Ya no quedan yugos ni bueyes

Ya no quedan yugos ni bueyes

Ya no quedan yugos ni bueyes
en los campos de labranza
ni carros de ruedas de madera
de acero sus llantas
por el tiempo oxidadas.

Se echa de menos
el sonido metálico
al pasar sobre las piedras
de esos caminos 
que nos dejaron los romanos.

También el canto de los pájaros
emigrados a tierras lejanas
falta de grano en las tierras de secano
con que llenar el buche por las mañanas
ese grano adobado de rocío.

No se ve ya ondular
como las olas del mar el trigo
ese que alimentaba la esperanza 
en las días fríos de invierno
haciéndonos salivar...

Ese horno silente, frío
donde estallaba la madera
al encender el fuego
con sus llamas vivas
tornando su barro blanco por el calor.

El calor del hogar
de las familias juntas
trabajando al unísono
bajo el sol o la tormenta
ahora olvidado en tierra desierta.

Tierra infértil por el olvido
alimentando la maleza
pudriéndose hasta convertirse en arena
por falta de cuidado y mimo
falta de esas caricias de las manos callosas.

Esas casas que tenían vida
el calor de las lagrimas y las sonrisas
el respeto a los mayores
ahora pasó a mejor vida
igual que ellos en sus tumbas olvidadas.

Merodean los famélicos perros
buscando una mano bondadosa
que les de el cariño anhelado
algo de alimento
que hace tiempo no han probado.

Las ratas campan a sus anchas
los gatos desaparecidos por el miedo
pareciéndose a Don Quijote
dando pelea a los gigantes
sus dientes afilados golpeando como las aspas de los molinos.

Se mueven entre las sombras
asustando a los fantasmas de la noche
bajo la luna llena entre las piedras
esas que antes formaban muros
ahora escondrijo de alimañas.

Los bosques llenos de maleza
ya no van a por leña
esa que su fuego alimentaba
haciendo buena limpieza
para que no ardieran en llamas.


Se recuerdan en las memorias históricas
aquellas charlas al lado de la chimenea
la olla sobre las brasas
ardiendo con cautela
esas de tiesto con su tapa.

Ese aroma que removía los estómagos vacíos
rugiendo descontrolados
esperando ese plato de cuchara
que en las noches frías calentaba
esos cuerpos hasta el alba.

Cantaba el gallo sin horario
despertando a la gente de madrugada
ahora reloj silente
no se escucha nada
ni los cencerros de las vacas.

Nadie mira las estrellas
centelleantes del cielo
prefieren la polución de las ciudades
la niebla de humo
esa gasolina quemada.

No se observan al alba
esas gotas de rocío
sobre las verdes hojas
los reflejos del sol en su brillo
esas gotas que a la ropa se pegaban.

El sonido de ese tintinear
esos rebaños de ovejas
rompiendo el silencio nocturno
en los campos cercanos
armonizando el sueño.

El relinchar de algún caballo asustado
quizás por los rayos o la tormenta
ese golpear de sus cascos
en el suelo pidiendo ayuda..
También tienen sus miedos.

Cuantas cosas se echan de menos
al ir de paseo entre el abandono
del bullicio cotidiano
de las chimeneas ya no sale humo
no quedan tejas en los tejados.

Las calles abandonadas
sólo queda barro los días de lluvia
polvo en verano
las plantas, ya secas
supervivientes por los suelos rodando.

No se escuchas las campanas
esas que a misa llamaban
no hay sermones infinitos
de esas misas que nunca se acababan
las iglesias con su Dios abandonadas.

Eso olor a pan recién hecho
que del horno salía por las mañanas
ahora no huele ni el estiércol
que de tan seco
volaron con los vientos.

Tampoco se escucha el martillo
que sobre el yunque martillaba
esas herraduras de los caballos
que cada año cambiaban
ni brasas quedan en la fragua.

Esas tierras abandonadas
sin manos que le den vida
sin vida entre la nada
manos vacías por no cultivarlas
en verano pasto de las llamas.

No quedan ánimos en la sangre joven
tampoco ganas
sólo de pensarlo les duele la espalda
que el trabajo cansa
para lo que luego te pagan.

Suben los precios de las tierras yermas
nadie tiene para pagarlas
tampoco empezar una nueva vida
donde alimentar sus ansias
que también alimenten sus almas.

La tierra cruje bajo las pisadas
el cielo se niega a soltar su agua 
no, ya no tiene lágrimas
tampoco se convierten en escarcha
el sol las seca hasta pulverizarla.

Tampoco quedan charcos
ni tampoco charcas
los pájaros pasan de largo
ni anidan, ni se quedan
buscan mejores tierras.

Tierras bien cuidadas
no esas abandonadas
donde ya no crece nada
tiempo ha que no se labran
ni se abonan para alimentarlas.

Prefieren los mandamases
tierras abandonadas
a tierras bien cuidadas
que sus sueldos sus carteras llenan
poco les importa el esfuerzo para mimarlas.


Acabarán de molinos de viento sembradas
no servirán las aspas para moler el grano
sino para generar energía
vendiendo el fruto del viento
como si fuera oro manipulado.

Tal vez se llenen de cristales negros
recogiendo los frutos del sol
apareciendo los prados oscuros
como las mentes del dinero
hambrientas de poder y deseo.

¿Dónde anidarán los pájaros?
Si los árboles han arrancado.
¿De qué se alimentarán?
Si grano ya no han sembrado.
No tendremos sus vuelos ni sus cantos.

En los campanarios derrumbados
no hacen los nidos las cigüeñas
también pasan de largo
buscando mejores tierras
en lugares más lejanos.

¿Volverán los humanos
a habitar y cultivar las tierras?
Quizás esa gente que busca calma
luchando con la burocracia
consiga levantar esas casas.

Tal vez se vuelvan a escuchar cantar
a esos gallos impertinentes
que no entienden de horarios
pero se hacen presentes
en esas tierras olvidadas.

Puede que los graznidos de los patos
el rebuznar de algún burro
el relinchar de los caballos
el balar de las ovejas
con sus cencerros repicando.

Esos cielos llenos de estrellas
cuando la luna no brilla 
esa brisa fresca
donde todo el cielo se divisa
y se olviden de la contaminada niebla.

Quizás renazcan los olivos
arrancados por órdenes burócratas
sin sentido ordenadas
por unos centavos
que la miseria activan.

Es posible que ondee el verde trigo
tomando su color oro en verano
batiéndose con el viento
cual bandera de la propia vida
en lugar de desiertos de arena.

Me imagino los chiquillos
corretear de nuevo
por las calles empedradas
con mucho mimo y celo
tras una pelota o con un libro.

Me imagino las tardes de verano
la gente sentada en las calles
contándose sus historias
escondidos los teléfonos
disfrutando del cara acara.

Esas chimeneas
cuando llega el frío invierno
humeantes, con su humo subiendo al cielo
dando testimonio de que la vida sigue
donde antes el olvido destruyó esa vida.

Gente, ya harta de ciudades
de bullicio, contaminación, enfermedades
peregrinando a esas tierras olvidadas
en busca de esa paz deseada
olvidando las colmenas de gente encerrada.

Hasta me imagino
sí, ya sé que es cosa rara
una tierra en que el odio se destierra
el amor toma vida sobre ella
la paz reina en convivencia.

Que un apretón de manos
sea más válido que un contrato
que la palabra dada sea cumplida
que de las mentiras se pierdan hasta sus palabras
volviéndonos auténticos, sin máscara.

Que los buenos días, buenas tardes, buenas noches
se firmen con un fuerte abrazo
de esos sentidos, no de los falsos
donde lata más fuerte el corazón por ser apreciados
aportando esa calma que siempre deseamos.

Sé que peco de iluso
poco me importa, es lo que deseo
algún día, tras los fuertes vientos
las tempestades, los truenos, los rayos
llegue y podamos disfrutarlo.

Puedo que no llegue a verlo
con tal de que un día sí se vea
se sienta con el alma
no con la cartera del dinero
o el poderío de la falacia.

Llegará, lo sé
mientras sigamos con el bonito sueño
aportando el granito de arena
que del resto se encarga el tiempo
cayendo la arena despacio.

Toni Oliver