miércoles, 24 de noviembre de 2021

Me adentré

Me adentré

De adentré entre los muros del castillo, hallado entre la nieve, recónditos lugares, misterios olvidados entre los escribientes de las batallas, esos que cambian la historia a conveniencia, fabulando sobro lo sucedido dejando la realidad existente en otra fantaseada que es la que queda para la prosperidad.

El silencio cortaba el aliento, sólo roto por el volar de los murciélagos que entraban y salían por entre las rotas ventanas, quien sabe si por los vendavales o por las crudas batallas. Las telarañas que se pegaban al rostro al tropezar con ellas, creo que las arañas se escondían para preservar su integridad, seguro que con el pasar de los años saben que los humanos no somos muy buenos aliados de ellas. Algunas telas, muy añejas, sí, como el vino, ya gruesas por el polvo acumulado por los años.

El perfume a la humedad reinante que entrecorta la respiración, sumado a la descomposición del algunos cadáveres, roedores gigantes pasados a mejor vida, pero sus restos, permanentes entre los oscuros pasillos, el aire fresco que congelaba la nariz a su paso.

Se escuchaban como el arrastre de cadenas, me mente dice que no les haga caso, que son imaginarias, que eso de los fantasmas son puro cuento, pero aún siendo racional se me erizaba todo el vello a cada paso, los sonidos iban cambiando de posición, como quien se pasea por la casa con sus cadenas a rastras. Debía ser el pasatiempos para asustar a los moradores del castillo entre las nieves del invierno y el aburrimiento del voluntario encierro hasta que mejorara el tiempo.

Chirría la puerta que al abrirla da paso a un claustro lleno de arcos, bancos de piedra y, como no podía faltar, un pozo en el centro, medio derruido por la falta de cuidado, tapado con ramas por algún alma caritativa para evitar desgracias.

Al cerrar los ojos, puedo imaginar las tramas cortesanas ahí urdidas por los enemigos del reino o los ambiciosos de conseguirlo por las malas artes de las mentiras, engaños y otras artimañas. Incluso las procesiones matutinas de los frailes rezando antes de las primeras luces del alba. Alguna que otra batalla a muerte entre el poder y los que tienen el afán de conseguirlo. Romances a escondidas tras las columnas o entre los pasadizos que llegan a las caballerizas. Se escuchaban algunos relinches de los caballos, otros llegando al trote con los cascos golpeando las duras piedras del camino...

Una explosión, se escucha el golpear de los cascotes contra  el resto de los muros, silencio, ni se escuchan ni chillidos, ni voces, nada, el miedo me invade, solo entre los muros sin saber lo que ha pasado, o si sólo son imaginaciones mías. 

Mi cuerpo empieza a temblar, no sé si de frío, de miedo o de la simple impotencia de ver como no puedo mover mis músculos a voluntad, ojipláticos los ojos. Mi mente, mejor de ella no hablo, es tan grande el lío que tiene que... Al igual que los músculos, incapaz de pensar, simplemente al ritmo del tembleque...

Toni Oliver