El lápiz
Estaba el lápiz, triste, aburrido, se le acercó una hoja de papel en blanco muy pálida, se afiló, se puso a dibujar una imagen bella. La hoja, al mirarse al espejo, se puso a llorar, su virginidad había perdido, ya no era blanca inmaculada. Vio pasar toda su corta vida ante el espejo. Se veía como se soñaba, pero nunca pensó que eso era para perder su inmaculada imagen de blanco.
Lo aceptó, se fueron el lápiz y la hoja dando un paseo cogidos de la invisible mano, el camino era pesado, angosto, cuesta arriba, lleno de baches, la hoja se puso de nuevo a llorar al ver como se manchaba de barro. El lápiz, asustado, la limpió, con todo el cariño que sabía dar, la dobló hasta formar un avión, cogió un poco de carrerilla, en el último impulso saltó sobre él, elevándose por los cielos, por encima de las montañas, los dos felices, aprovechando las fuerzas del viento, volaron y volaron más allá de los cielos, perdiéndose en el infinito espacio, divagando por los tiempos de los tiempos entre estrellas, sin acercarse demasiado, no sea que al mínimo intento se vayan quemando. Siguieron por si infinito viaje hacia las galaxias, acercándose cada vez más y más a ese mundo desconocido, del que tan poco sabemos...
Toni Oliver