Recuerdos de la niñez
La estación del tren y sus máquinas de vapor.
Me retrotrae al tiempo en que iba corriendo a la estación del tren, lo veías llegar desde lejos por el humo que iba soltando, hasta llegar a la estación y colocarse debajo del enorme depósito de agua que había al lado de las vías. Un depósito que al final del tubo movible, tenía una gran goma de cámara de camión que se colocaba en la entrada del depósito que tenía la máquina... El ayudante del maquinista, haciendo de fogonero echando de nuevo carbón a la caldera para que pudiera arrancar... Hasta que escuchabas el sonido del pito indicando su marcha.
Antes de iniciarla, se veía la gente correr para subir al tren, con sus maletas, sus prisas, gente bien vestida, denotando el estatus pudiente, otras, con los harapos que les quedaban, no daba para más, estos últimos subían a los vagones más simples, los segundos a los de primera clase, un poco mejor decorados.
En cuanto a los primeros, tenían hasta bar, si el viaje era de largo recorrido, hasta restaurantes.
En los segundos, la mayoría de gente llevaba su comida, unos bocadillos hechos, los otros, hasta con sus jaulas, sus gallinas y otros animales. También, una gran humildad y generosidad. Cuando habrías las cestas de la comida, no les importaba repartir y compartir con el resto de pasajeros, todos eran como hermanos. Si no tenías de comer o te veían un poco famélico, no te faltaba comida, mejor o peor, sea como fuera, siempre se ofrecía de corazón. Curiosamente, si alguno pasaba por los vagones de primera clase, muchas veces faltaba esa humildad y generosidad, se les miraba con desprecio, como si fueran seres infectados de una enfermedad llamada “pobreza”.
La antigua España, después de tantos años, también la presente, aunque la maquinaria de los trenes sean algo mejores y más veloces.
Toni Oliver
Imagen de Texeiro