jueves, 22 de agosto de 2024

Todos somos emigrantes

Todos somos emigrantes

Todos somos emigrantes
en una Tierra prestada
unos pocos se la han apropiado
poniendo fronteras y rejas
donde antes de esto no había nada.

El Norte, con su orgullo altivo
su prepotencia en desbandada
saquearon todo lo que estuvo a su alcance
dejando a sus nativos sin nada
dejándoles la miseria defecada.

De engaño en engaño
mentiras y estafas
unos pocos se forran con la plata
otros su sangre dejan en el agua 
o en la arena bajo el sol.

Ya no queda empatía
nadie se fía de nadie
las mafias campan a sus anchas
no importa de quien venga la plata
siembran el miedo a la venganza.

Unos desesperados en la tierra sin ley
otros la ley acallan
ni el que llega se siente seguro
ni el que está respira la calma
el miedo prospera como la cizaña.

Unos pocos se forran
otros los ataúdes habitan
ya sin vida o en fosas comunitarias
donde todo a la tierra vuelve
unos sin vida, otros sin alma.

Toni Oliver

Pintura de Joan Gibert



Como arte de magia

Como arte de magia

Como arte de magia
entre luces de colores
la brisa acompaña 
Nermin y su cante
voz melódica y desgarrada
la música acompañante
se eleva, se eleva
llegando a la gente
que la baila desmadrada.

Su rostro, brillante 
la boca, su voz saliendo de su alma 
su corazón latente 
su humanidad galáctica
llegó en una NAVE
acompañándonos con su voz explosiva
como el viento, cambiante
sueño de nomos, duendes y hadas
bajo la luz de la luna, de noche
las estrellas la acompañan.

Entrará por los tímpanos, casi silente
aumentando su potencia para hacerte vibrar
vibrando hasta las fibras inexistentes
que no habías podido ni imaginar 
imagina un mundo viviente
con una fuerte vida
corazones palpitantes
amor siempre presente
repartido al azar
sentidos por todos los presentes.

Aumentando las frecuencias
para que entre todo el mundo se irradien
que los abrazos hagan su presencia
que hasta el corazón lleguen
que en un gran virus se conviertan
que a todo el mundo contagie.
Llamémosle “AMOR”, sin más.

Toni Oliver



Solitaria estaba la calle

Solitaria estaba la calle

Solitaria estaba la calle, algunas farolas con luz tenue la alumbraban, el suelo mojado por la suave lluvia, en el centro una canaleta que recogía la lluvia y los orines de los perros hacia un destino incierto. 
Se escuchaba el retronar de los zapatos con suelas de cuero, refuerzos de acero en las puntas y los talones, chocando contra las piedras del suelo, resonaban con eco en las paredes, rompiendo el silencio de la noche.

Un borracho, sin rumbo, caminando de lado a lado, haciendo paradas obligatorias en cada farola, en cada una de ellas relataba parte de su historia, nada ni nadie le contestaba, las piedras, silentes, escuchaban, acostumbradas ellas, esto sucedía al cerrar los bares un poco más allá de la media noche.

Chocó al agarrarse en una de las farolas con una mujer joven , vestido desgarrado, lo que quedaba lleno de agua de la lluvia que estaba cayendo, se miraron, ella le espetó un “imbécil” en toda la cara, él, sin articular palabra, justo le venía aguantarse de la silente farola que jamás le contestaba, ahora era la mujer la que hablaba chillándole todo tipo de improperios, no entendía nada, con lo a gusto que estaba cuando era él el que contaba su historia sin que nadie le rechistara.

Como pudo, la mujer, se desagarró de la farola para seguir su camino, el borracho no le contestaba, eso no le gustaba, ella quería que le contestara para seguir llamándole lo que le diera la gana y pelear con él, pero él, solamente callaba.

Un perro, con más huesos que piel, empezó a oler al borracho, le soltó un ladrido, él lo miró, lo acarició, le dijo, “vámonos huesudo”, ambos siguieron por la cuasi oscura calle, perdiéndose en el infinito silencio, más allá de donde las luces alumbraban...

Toni Oliver