Con todo y sin nada, sin nada y con todo
En mis viajes por el campo, buscando imágenes con las que disfrutar del paisaje, llevándome una burda copia en una cámara guardada para luego de nuevo disfrutarla cuando ante mi ya no quedaba nada.
Cansado por la caminata, bajo un algarrobo, apoyado en su tronco y en el suelo sentado, de mi se adueño el cansancio, cerré los ojos y más mundo no halle.
En una casa sentado, con Emilia y josé, una casa en la montaña escarbada y con pocas cosas adornada. En buen fuego en la chimenea ardía, una mesa de ramas hecha, sobre ella, verduras, pan y carne, unas varillas de pequeñas ramas hechas y una jarra de cristalina agua, todo esperando a que hubiera brasa.
Todo paz y armonía, lujos no había, pero sí comida, amor y agua, todo acompañado con una buena charla.
Esperando la brasa salí fuera de la casa, cerdos, ovejas y gallinas y otros animalitos por ahí pastaban, casa pobre, pero nada faltaba, el pozo con su cristalina agua delante la casa, hasta los perros y los gatos por ahí jugueteando andaban.
Entramos de nuevo en la casa para hacer la torrada de los productos ahí cultivados, pobres, pero no faltaba nada.
Unos ruidos entorpecieron mi cabeza, gentes de todos los colores, grandes camiones con mucha maquinaria, ahí afuera de la casa, arrasando con todo lo que encontraban, en nada grandes casas se levantaban, calles asfaltadas, verjas y muros endoquier, gente a mansalva.
Un mal sueño estaba viviendo, toda la vida que había por la prosperidad destrozada, si salías de casa un coche, camión o algo te atropellaba, todo olía a humo raro, humo que te asfixiaba. El nerviosismo a flor de piel, en la mesa de ramas nada quedaba, el agua cristalina de la jarra... Ya ni agua ni jarra, el fuego de la chimenea... La chimenea tapiada.
Emilia y josé... Vestidos con lujos y alhajas, pero en la mesa no había nada, ni agua quedaba. Tenía de todo, pero no tenían nada.
Desesperados, llenos de lujas y en la miseria, discusiones a mansalva, pero nada para llevar a la panza. Los días pasaban el infierno amenazaba, de todo tenían, para comer nada, el alma... destrozada.
Una vieja desmelenada a la puerta llama, al mirar por la mirilla, su presencia asustaba, con la cara muy arrugada, espalda encorvada, lujosas ropas portaba, joyas a mansalva, pero su presencia miedo daba.
Con miedo la puerta José abría, por unos segundos de discutir paraba, entra la anciana en la casa sin decir nada, sólo observaba.
Rompió el silencio con unas palabras “Aquí hay de todo, pero no hay nada”, no hay vida, ni paz, no hay armonía, sólo odio y ganas de venganza y en la mesa, esa mesa de ramas, nada hay para llenar esas panzas ni fuego para calentar la casa y mucho menos para calentar esas congeladas almas que la avaricia, la ambición y la envidia han convertido en esa nada en que con todo en vuestras manos en la miseria os han dejado, mucha parafernalia por fuera, pero dentro... NADA.
Miró la anciana a Emilia y josé, en sus ojos penetraba. Miradme a los ojos, haced lo que yo haga, no rechistéis, no digáis nada. Sólo haced lo que yo haga.
Poco a poco la anciana, de lujoso vestido y cara muy arrugada, despójose de sus lujosas ropas, mientras Emilia y josé también se las quitaban. Encendió las ropas en chimenea, curiosamente ahora sí tiraba, el humo iba ascendiendo como en los tiempos en que no tenían nada, pero que la felicidad reinaba.
Desapareció la anciana como por arte de magia, sobre la mesa comida y agua, hermosas viandas y buena brasa. Sus peleas en sonrisas se tornaron, afuera miraron, las ovejas, los cerdos, los perros y los gatos por ahí estaban pastando y jugueteando.
Pobres se habían tornado, pero con comida y agua y la felicidad tornada.
Abrí los ojos, estaba atardeciendo, el aire estaba refrescando, hora de volver a casa.
Despídome del algarrobo, cogiendo mí cámara, en mi mente el sueño, una realidad bien explicada, aunque en sueños la haya hallada.
Toni Oliver
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