Cuando las palabras se convierten en chillidos
Cuando las palabras se convierten en chillidos
se pierde la razón por el desagüe de los sentidos
se cierran como reforzados muros los oídos
donde una sonrisa y el más estricto silencio
como arma al contra sentido absurdo
contra el chillón insulso
que quiere imponer su razón al mundo
sin exponer ninguna razonable explicación
perdiendo toda la argumentación
sólo con el tono y volumen de su voz.
¿Acaso se puede acordar algo con los chillidos
si los oídos están cerrados,
las bocas con los labios cerrados
menos los del inepto chillador?
Toni Oliver
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