Sentido común
Me decían que existía, lo habían desterrado al mundo de “ningún lado”, fuera de este planeta al que llamamos Tierra, más allá de cualquier galaxia conocida.
Decidí ir a buscarlo, sin rumbo ni destino, recorriendo todo el planeta, por si quedaba algún resquicio, nada hallaba, por mucho que preguntaba, nadie me contestaba, no sabían de su existencia, alguno que algo había escuchado, me dijo que era el menos común de los sentidos.
Seguí buscando, hasta me encontré en con una especie de paraíso, tenía la impresión de que iba por el buen camino, tras unos pasos, todo muy precioso, de repente desapareció esta maravilla, convirtiéndose todo en ruinas, guerras infinitas, desprecio infinito por el resto de la existencia de este planeta, no se preciaba la vida y su belleza, se prefería la muerte, la destrucción, unos pocos disfrutando del sufrimiento, de los animales, las plantas, los humanos, etc.
Vislumbré, a lo lejos, como dos sombras unidas de la mano, decidí seguirlas, por si acaso fuera ese famoso “sentido común”. Cuando más me acercaba, como si fueran el horizonte, más se alejaban, nunca llegué a alcanzarlos.
Me hallé con un puente, destrozado, como todo lo demás, bajé por lo que antes fue un río, trepando por la ladera hasta el otro lado. Pinchado en un matojo seco, encontré una nota que decía: “No nos sigas más, soy el sentido común, desaparecido con el tiempo de las mentes, ni a mí ni a mi compañera, la Verdad, nadie nos creía, nos encerraron en el vacío de la nada, nos han olvidado, nadie sabe ya de nuestra existencia, nos han cambiado por la mentira en nombre de Verdad y el sentido común por el nombre de la imbecilidad “, lo que no saben, es que nos llevan escondidos dentro de su ser, pero no saben como vernos, nos ignoran, por lo que todos los caminos ellos mismos van cerrando”.
“Seguiremos ahí, en ese rincón de cada uno, mientras vemos como el mundo, la humanidad se va destruyendo poco a poco, aunque cada vez más se acelera esa destrucción.”
Sopló un viento muy fuerte, se llevó la nota, destrozándose con los pinchos de los secos manojos con los que iba chocando. Al final, sólo se veían pequeños trocitos volando hacia ninguna parte...
Toni Oliver
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