jueves, 2 de enero de 2025

Agotado

Agotado

Agotado
de tanto juntar letras formando palabras, formando versos para, una vez juntos, formar poemas o prosa, tal vez, también, para formar pequeñas historias, todo ello con algún mensaje para llegar a los corazones de mis lectores, no a todos, pero siempre hay alguno que se identifica con el todo o parte del escrito. 

Caminé a través de los caminos del diccionario hasta que llegué a un vacío enorme, precipicio infinito, donde la vista no alcanza. Eché piedras para calcular la profundidad, ninguna de ellas contestaba, nada se escuchaba. Mi espacio, cada vez más pequeño, deduciéndose hasta que se ajustaba al tamaño de mis pies, gritaba lo más fuerte que podía, hasta que ya no quedaba aire en mis pulmones, para que el eco me devolviera alguna esperanza. El eco estaba mudo, nada s mi ser se me devolvía. Ciego por la niebla que me estaba envolviendo, mis pies sobre una base inestable, moviéndose como si fuera la cúpula de una palmera movida por el viento, encorvándose según el rumbo hacia donde sopla el aire, volviéndose hacia atrás con fuerza al dejar de soplar por un instante.

Vino la calma, seguía estando sobre una mínima porción inestable de tierra, perdido en medio de la nada, en el vacío del universo, a mis pies, la niebla que se iba disolviendo despacio, convirtiéndose en pequeñas nubes, se iban alejando, jinetes persiguiéndose por los aires tras sus travesuras, jugando con las mentes inestables...

Al desaparecer la niebla, el sol calentando, un aire helado, me hallé sobre la cima de una montaña, más bien sobre un pico de ella, ni idea de como allí había subido, buscando el como bajar sin el descalabro de la caída libre. Como pude, despacito, alguna de las rocas se desencajaba de su sitio al pisarla, cayendo al vacío dando saltos en cada roca que tropezaba.

Con tanta tensión, no recuerdo los pasos dados en el descenso, hasta que llegue a una llanura donde se podía pisar firme, el sol, poco a poco se iba escondiendo tras las montañas, tapándose con su manta de nubes naranja.

Comprendí que era hora de buscar un refugio donde acurrucarme un poco para descansar, un lugar donde el viento no me encontrara, era frío, se filtraba entre la ropa hasta helar los huesos, encontré una pequeña caseta, sin techo, pero las paredes por lo menos me preservaban del soplo ventoso nocturno.

Me despertó el calor del sol, calentándome, quitando mi tiritera, la verdad, se agradecía.

Abrí los ojos, lo que tenía delante era la ventana de mi cuarto, buscaba la ropa de cama, de ella se había caído acabando por los suelos...

Pesadilla, sueños, realidad convertida en ficción, ni idea, ahí lo dejo para que piensen las mentes...

Toni Oliver



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