Predicando en el desierto
Predicando en el desierto, sólo las lagartijas, los camellos, las arañas, las serpientes y demás bichos allí vivientes me estaba escuchando, predicando amor, no sólo con el humano sino con todo lo que nos envuelve.
A lo lejos, mientras predicaba, se escuchaban las bombas, el sonido de las espadas, el olor a sangre derramada, la mayoría de inocentes que se encontraban en el lugar equivocado sin saber el por qué del odio de quien esa muerte y miseria les mandan.
Se acercaron a mi pobre auditorio, representantes de todas las religiones, cada uno contándome las virtudes de la suya, uno tras otro hasta que el último terminar de contar las suyas.
En todas el “Dios” inmejorable, salvador, también castigador, el que busca separación entre humanos, el odio a la otra religión, sin importar cual sea, en cada una si no eres de la suya irás al infierno, cada una con el suyo, en casi todas, dicen que “Dios” es amor, pero todas van sembrando el odio, la separación, la destrucción de los demás, etc.
Les respondo, a todos en conjunto: Si Dios fuese amor no permitiría la destrucción de los demás por el placer del hombre de matar a sus semejantes, ni el de matar a todo ser viviente en su nombre.
Como bien decís, Dios es amor, pero no es un ser para ser adorado, es para ser respetado, no le gusta la idolatría, le gusta que nos amemos los unos a los otros, que respetemos la vida de todo ser viviente, no que matemos por placer ni tan siquiera por necesidad de alimentarnos, esto último está bien, pero, matar por matar, sin necesidad no es de su agrado.
Y ahora, lo mejor, “Dios es y está en todas partes”, cada uno de nosotros somos Dios, todo lo que nos envuelve es Dios, entonces, porqué sembrar odio y misera al resto de seres vivientes...
Todos empezaron a despotricar, mandando insultos hacia mi persona, por separado ninguno se atrevió a atacarme personalmente, pero porque los demás los iban reteniendo, no sea cosa que entre sellos se pongan de acuerdo en algo, por separado.
Me pidieron agua, sus labios se habían quedado secos, les pasé mi botijo preciado, la que me acompaña en mis pasos, todos bebieron. Les dije, os habéis bebido al Dios, os estaba esperando para refrescaros.
Se dieron la vuelta, cada uno por su lado, al alejarse, se convirtieron en las bombas que estaban cayendo, allá donde alcanzaba la vista, fuego, humo negro, ya de noche, sólo se veían las llamas de la destrucción iluminando la oscuridad, para que de lejos se vea su odio, su ambición de Poder, su tacañería, avaricia, etc...
Los animales, que habían huido, se acercaron de nuevo, aplaudieron, también bebieron agua fresca del botijo, al alejarse, me miraron,, me mandaron un beso y un abrazo, con todo esto, cada uno a su regazo.
Toni Oliver
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