Me quedé fijamente mirando
Me quedé fijamente mirando
el horizonte de donde emergía la luna
hipnótico nacimiento desde las entrañas
con su belleza gratuita.
A mis espaldas
entre las bajas montañas
un sol encarnado
escondiéndose entre las sábanas.
Se miraron sol y luna
en sus labios una sonrisa
en sus ojos unas lágrimas
por su injusta condena.
La luna, elevándose
en busca de su sol amado
cuanto más se elevaba
el sol más desaparecía.
Miraba el poeta
a ambos de reojo
pues a simple vista
imposible verlo todo.
Entre pena y alegría
pena por esa eterna desgracia
alegría por un momento fugaz
en ambos una fugaz sonrisa.
Ya en el mar o el lago
se mira ella como su espejo
una estrella fugaz, como un pañuelo
de sus lágrimas seca su rostro.
Allá entre el rojo infierno
las aguas bullendo
ligera neblina encarnada desapareciendo
entre la oscuridad del pensamiento.
Toni Oliver
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