Han desaparecido mis musas
Han desaparecido mis musas
agobiadas por el calor
de un verano no llegado
oficialmente, todavía inexistente
hacia un lugar más calmado
o, quien sabe, si más ajetreado
al no soportar los vaivenes de mi mente
los de mi pluma que con el viento va volando
o el perfume de mi olor ya a viejo...
Y yo, ahora embarcado en un tren hacia ningún lado
en constante movimiento, sin parada alguna
dentro, el vacío completo si no fuera por mi presencia
su música constante de el hierro sobre el hierro
loa paisajes que pasan tras los cristales
completamente negros, opacos
los palos del telégrafo, silentes van pasando
las nubes, invisibles, sobre fondo blanco
dentro, sin asientos, como si el vagón fuera de ganado.
Suena el pito del tren
interminable estruendo
que se mete en mi cerebro
al romper la monotonía de los raíles
y esas ruedas de hierro que los acarician
hasta que vuelve el silencio
la rutina de cada segundo y ese traca traca
incesante desde que la salida ha tomado
la velocidad parece que va aflojando...
De repente, sin previo aviso
el gran descalabro
como si se precipitara al vacío
por los demás vagones arrastrado
dando vueltas y más vueltas
yo, ahí a dentro como en una coctelera
de pared a pared chocando
sin saber ya que pared o techo me ha tocado...
El despertador me ha salvado.
Toni Oliver
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