Y la llamé
Y la llamé mi “Terapeuta”
no tenía nombre, pero me escuchaba
escuchaba mis quejas, mis alegrías
mis gritos de desesperación, de guerra
rugía cuando la acariciaba
lo más grande, no me abandonaba.
En mis viajes me acompañaba
mis decisiones apoyaba
sólo me pedía que la mimara
que la alimentara cuando haga falta
también zapatos nuevos, los gastaba
sobre el suelo los restos dejaba.
Si tenía frío, me calentaba
en verano también lo hacía
para que lo voy a negar
pero no se queja uno de la buena compañía
cuando en las buenas, en las malas
un rugido de guerra sabe dar.
Quizás no sea de guerra
si de fiel compañera
te mira, te conquista
la acaricias, te besa
la invitas a comer y beber, te lleva
allá donde el sol se acuesta.
Y sí, la llamo “Terapeuta”.
Toni Oliver
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