Aparecí
Aparecí en medio de un descampado, tierra árida, el sol en lo alto, calculo que era medio día, era verano, el calor insoportable, ausencia de árboles, ni tan solo sombras para una emergencia. En las muñecas y por encima de los tobillos casi me ardía. Al mirar vi marcas de cuerdas, rojas, profundas, como si hubiese estado bien amarrado de pies y manos, lo más extraño que que nada recuerdo. Abrí los ojos y aquí estaba, en medio de la nada, los rayos del sol sofocantes y desde el suelo, al recibir el calor del mismísimo astro era como caminar sobre las brasas, sólo faltaba que ardiera la poca ropa que llevaba puesta, un pantalón muy fino corto, una camiseta roída por el tiempo, quizás también alguna polilla hambrienta. De mi pasado no recuerdo nada.
Se escuchaba a lo lejos un silbido, como de tren. Cuanto más se acercaba se escuchaban las ruedas y el traqueteo al cambiar de raíl sobre las juntas de dilatación.
Pensé, si es un tren, las vías serán al camino a alguna parte. Me puse a escuchar, afinando el oído al máximo, para poder discernir por donde pasaba o se escuchaba el ruido. Calculé que siguiendo hacia mi derecha, en algún momento hallaría esas vías para poder seguirlas hacia algún lado civilizado. Dicho y hecho, me giré hacia mi derecha e intenté caminar todo lo más recto posible hacía donde había escuchado el ruido. Ahora, ya a ciegas, hasta que otro tren decida pasar, caminando sobre las ardientes piedras, los zapatos, abiertos por los lados, despegados de la suela, con el calor se abrían más, complicaban el caminar, pero si me los quito, me arden los pies.
Estaba atardeciendo, el sol, allá a lo lejos, un rojo atardecer, todo era del color de las llamas, las nubes, la línea del horizonte. Cada vez oscurecía más rápido, sin encontrar la vía, sin haber escuchado pasar ningún tren de nuevo. La falta de luz obstaculizaba el seguir andando, el cansancio también.
Intentaba buscar un sitio, algo resguardado, uno no sabe que se va a encontrar en estos parajes, lo más que encontré fue una roca que dejaba que apoyara la espalda, el cielo ya oscuro. Apareciendo las primeras estrellas, sólo alguna nube las tapaba de vez en cuando. Al rato, apareció una luna nueva, parecía la cáscara de un melón, sólo una raya curva iluminada. Reconozco que era un espectáculo ver el cielo, sin contaminación luminosa, ni tan siquiera polución. Se veían las estrellas con una nitidez increíble, hasta las nebulosas, jamás las había visto, bueno, por lo menos, al no recordad nada de mi vida anterior, no lo recuerdo.
Amanece, una ligera brisa tibia, tras la noche fría, se agradece, si bien dentro de poco volverá a ser un infierno. Sigo andando en la dirección donde pensaba que había la vía, nada de nada, sin alimento, sin agua, el sol que a de nuevo, el sudor ya inexistente... Se escucha de nuevo el silbato del tren, el ruido de las ruedas, está vez mucho más cercano, prácticamente a unos cientos de metros, recobré fuerzas, bueno, algunas, me acerque a esas salvadoras vías.
La boca totalmente seca, mi mente dudando si era verdad o un simple espejismo, toqué el acero, era real, ardía como el infierno, a lo lejos, la sombra que se perdía en el horizonte del tren que había pasado, decidí seguirlo, imaginando que cuando vuelva podré hacerle señales, si bien el éxito no estaba asegurado, era la única alternativa.
Miraba ese camino de acero, dos líneas paralelas que parecían juntarse, pero jamás conseguían hacerlo... Me desvanezco, lo veo todo borroso, una niebla...
Toni Oliver
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