¡Subconsciente, quiero el divorcio!
Voy a felicitar a un amigo por su ascenso, llevaba tiempo que lo deseaba, ahora, por fin lo consiguió, nos saludamos, estamos un rato charlando, le felicito, le deseo suerte, nos despedimos.
Voy a por la moto para seguir dándome una vuelta por las carreteras, son preciosas, no las carreteras, sino su entorno, camino unas calles hasta donde la había dejado. ¡Sorpresa! No está la moto, me la han robado. Algo por dentro me está subiendo, removiendo todas las entrañas, la impotencia y el cabreo van en aumento.
Pienso, tengo que ir a la policía a denunciarlo, miro por donde, no tengo medio de transporte, es de noche, está lejos, voy a echar mano del teléfono para llamar a algún amigo, tampoco lo tengo, me lo han quitado y ni me he enterado. Pienso en coger el autobús para ir hasta casa, tampoco llevo la bolsa donde lo llevo todo y que normalmente siempre llevo colgada con todos los enseres, documentación, llaves, etc.
Joder, tampoco puede estar pasando eso, no tengo nada de nada, no me explico como me han quitado la bolsa, si siempre la llevo encima, y que no me haya dado cuenta, así que mi cabreo cada vez más grande, la desesperación en aumento, parece que no tiene fin, cada vez más, no puedo coger un transporte público ni privado para volver.
Decido ir andando hasta casa, tarde lo que tarde, intento andar y, vete saber como, en uno llevo una zapatilla rota y en el otro una chancla de eses que se aguantan con dos dedos pero que no se ajusta al pie y a cada paso se me sale. No me lo explico, si cuando voy con la moto siempre llevo botas, pero no, ahora llevo esto sin saber como han acabado en mis pies.
Y eso no es todo, otra pregunta me surge, ¿Y cuando llegue a casa como abro la puerta? Tampoco tengo llaves, mi cerebro a punto de explotar, de mi corazón no hablo, creo que ha salido corriendo con la subida de tensión que me está dando todo esto.
Así como me dejan mis zapatos, de noche, bastante despacio, por lo menos algo alegre aparece en el camino, un gran asadero de carne, pero algo extraños, la hacían en el suelo, como si la piedra misma fuese una gran parrilla, cantidades inmensas, jugosas, las babas que se me estaban cayendo por la comisura de los labios, me decido pedir un poco para recuperar fuerzas y seguir, pero no, no tenía ni un céntimo en el bolsillo. ¡Vaya noche, vaya noche!
Decido seguir hacia ninguna parte, nada de lo que me está pasando tiene sentido...
De pronto me despierto, alterado, taquicardia en aumento, desesperado, abro los ojos, enciendo la luz, por fin, estoy en casa, pero con unas ganas de miccionar desesperantes.
Voy al baño, una visita de urgencia, empieza a calmarse mi acelerado corazón, me cabeza, mi cuerpo.
Pero, ¡Cabrón de subconsciente, no tienes otra forma de decirme que me levante!
Toni Oliver
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