Se escuchaban chillidos
Se escuchaban chillidos, se estaban reprochando mutuamente los mil y un pecados, rabia contenida explosionada en forma de ira, pasan los minutos, una eternidad entre chillidos, diálogos de sordos, sonde la comprensión está desaparecida entre el universo infinito, pero no en la mente de los contendientes.
Yo, intentando dormir, el sueño ha salido despedido con los gritos, quizás, quien sabe, se ha ido con la comprensión más allá de las estrellas, dejando en su sitio el Sr. Insomnio, sí, ese señor tan cachondo que cuando quieres dormir se dedica, como Pepito Grillo, a dar vueltas en tu cabeza removiendo todo el polvo de debajo las alfombras, el de las ventanas, el de encima de los cuadros, incluso a las telarañas que ya pululan sin sus telas porque las ha quitado de las paredes y en algún lugar las ha escondido.
De repente aparece el silencio, pequeño momento en que escuchas a las arañas con sus ocho patas, su taconeo, como si se hubieran puesto tacones, cada una buscando esas telarañas que el Sr. insomnio ha escondido.
Apareció de nuevo el sueño de su viaje entre las estrellas, un respirar hondo, muy profundo, hasta que de pronto va subiendo un cuerpo desde los pies hacia arriba, no entendía nada, estaba solo, o eso creía, subía lentamente, mi mente diciendo, estás solo, no pasa nada, mis manos intentando encender la luz, pero ninguna se movía y ni mucho menos la luz se encendía.
Medio dormido, medio despierto, peleando con mi mente, entre lo real o lo irreal, todavía sin entender nada, una mano me agarra del brazo fuertemente, mi cuerpo no reaccionaba, mi mente nada creía, hasta que conseguí medio despertarme y ser consciente de lo que pasaba, sí, era verdad, una mano sostenía mi brazo fuertemente, pero era la mía.
De nuevo, el Sr. Insomnio aparecía en la habitación, volviendo a remover toda la basura de mi cerebro, la pasada, la del futuro, pero el muy cabronzuelo, se olvidaba de que yo quería recuperar el sueño en el presente, pero no le daba la gana de dejar en pan mis neuronas ya de por si revolucionadas después del sueño.
Toni Oliver
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