Invité a la soledad
Invité a la soledad
estaba triste y sola
hasta con lagrimas que no entendía
la abracé con fuerza
un abrazo de esos en que los huesos crujen
te recomponen el alma perdida
le miré a los ojos vacíos
poco a poco el brillo recuperaba
con el transcurso de la noche
más que la luz brillaban.
La invite a cenar
no de marisco y buenas viandas
sino con un poco de amor y cariño
sí, eso que a veces hace falta
y que la tarjeta del banco no paga
un brindis de felicidad
burbujeante como el cava
susurrando tiernas palabras
mientras las burbujas se elevaban
en el aire explotaban.
Esos momentos de silencio
entre mirada y mirada
como fuegos artificiales sonaban
los ojos, sus chiribitas
bellas figuras en el cielo formaban
frente el espejo nos miramos
ahí estábamos las dos cruzando miradas
en la boca una sonrisa no fingida
pues nadie a ello nos obligaba
sentimos que esa sonrisa brillaba.
Brillaba como las mejores luces
la de los paseos de las ciudades
parpadeantes, de colores
el sonido de los matasuegras sonaba
desafinado, cada vez más, hasta que se apagaba
nos fundimos en otro abrazo
nuestros corazones se unieron para la eternidad
sin importarnos el resto del universo
yo y mi Soledad, amigos del alma
hasta que ni la muerte nos separe.
Toni Oliver
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