Se escuchaban unos pasos
Se escuchaban unos pasos, firmes, decididos, en el viejo y oscuro caserón, la brisa de la noche entraba por los viejos y cochambrosos ventanales que golpeaban de vez en cuando, sin avisar, asustando a las aves que su nido ahí habían hecho. Seguían los pasos, incesantes, como si se estuviera por un escondido y largo pasillo, inexistente para la oscura vista que teníamos, sólo alumbrado por una pequeña vela, poco duraría, y la brisa no acompañaba a que aguantase encendida.
En las afueras ruidos de camiones y sirenas, cosa rara, no había camino para llegar al oscuro caserón, sólo un pequeño paso donde apenas se podía ir andando...
Muchas preguntas sin respuesta ni lógica alguna, conocía bien el caserón, pero no había interminables pasillos donde se pudiera andar todos esos interminables pasos, tampoco camino alguno donde puedan rodar los camiones ni las ambulancias, tampoco la vela, casi terminada, daba para salir e ir a investigar afuera, el caserón estaba encima de una colina, por el otro lado escarpadas paredes de roca que se precipitaban al vacío.
Un fuerte estruendo, un sobresalto, todos mudos, todos ciegos, la vela apagada por los suelos, olía a azufre, pólvora quemada... Los ojos lloraban, ciegos, ojos llorosos, un fuerte silencio nos acompañaba, ya no había pasos, ni camiones, tampoco sirenas de ambulancias, tanteando por las rotas paredes intentamos salir del caserón, no había portales, ni ventanas, dando vueltas y vueltas buscando la salida, pero la pared nunca se acababa, parecía que estuviéramos en una noria, tropezando con las mismas piedras y los mismos muebles, el humo no nos dejaba respirar, cada vez más agónico, ya no escuchábamos ni nuestro aliento, mudos, intentando escuchar algún ruido que nos abriese la esperanza... Una cegadora luz entra por el techo, sigue el silencio... Ya nada. Ni siquiera el peso de mi cuerpo, intento tocarme, mis manos no encuentran nada, nada, nada...
Toni Oliver
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