El inspector
Loveo Nimelocreo
Son las tres de la madrugada en una
oscura noche tormentosa sonde los truenos parecen romper los
cristales cada vez que relampaguéa.
Casi imposible conciliar el sueño,
todo tiembla en cada momento, mientras que la lluvia no para de
golpear en las ventanas y el granizo que cae con la lluvia simula un
bombardeo hacia los cristales interminable...
Suena el teléfono, intenta cogerlo
pero las sábanas en que está envuelto por las vueltas que ha estado
dando no le dejan las manos libres, empieza a dar vueltas para
intentar desenredarse hasta que en la última se da contra el suelo
golpeándose la cabeza contra la mesilla de noche al tiempo que el
vaso de agua y la dentadura le caen encima de la cara golpeando el
vaso contra su chata nariz al tiempo que suelta toda clase de
improperios para los espectadores no habientes.
Al final consigue agarrar el
teléfono...
-¿Diga?
-¿Es el inspector Loveo?
-Sí, soy yo.
-Soy Agapito Fernández y le llamo por
un asesinato que ha tenido lugar en una casa en el bosque, una
patrulla ha llegado al lugar y no ha sido capaz de explicar lo que ha
encontrado.
Le paso la posición del lugar para que
vaya para allá, es su caso.
-Ok, voy para allá.
El inspector Loveo sale a la calle para
coger su coche que tiene aparcado a tres manzanas de su casa...
(bueno, lo de casa es un decir, una habitación en una pequeña
pensión escondida en la parte más cochambrosa de la ciudad y un
aseo para los tres pisos de la pensión).
Tras un rato caminando llega a su
coche, un dos caballos de los primeros que salieron que nadie se
explica como todavía es capaz de andar varios metros sin desmontarse
en pedazos, intenta ponerlo en marcha, pero con la lluvia parece que
le ha entrado humedad en alguna parte del destartalado vehículo.
Al cabo de un buen rato, casi agotando
la batería consigue ponerse en marcha y se dirige a la casa del
bosque intentando poner el GPS a ver si consigue encontrarla.
Después de casi una hora de carretera
toma la salida hacia la derecha y entra en un camino lleno de baches,
en cada uno parece que se va a quedar el dos caballos, pero
milagrosamente consigue seguir adelante.
Al caer en uno de estos baches,
simultáneamente un relámpago incide justo delante del coche con el
consiguiente estruendo, también simultáneo, del trueno que le
acompañaba. El coche quedo parado en el acto dando el inspector
Loveo contra el cristal del dos caballos quedando medio inconsciente
por un corto espacio de tiempo...
Abrió los ojos, muy despacio fue
levantando la cabeza mirando el camino que tenía delante que las
luces estaban iluminando...
Parpadeó varias veces, no podía creer
lo que estaba viendo, varios perros estaban arrastrando unas tripas
atravesando el camino adentrándose en el bosque.
Intentó ponerse en pie para seguir a
los perros, le dolía todo, al tiempo que notaba que algo le corría
por el rostro hacia abajo, era algo húmedo, pero no sabía lo que
era.
Intentó agarrar la linterna que
normalmente tenía en la guantera, la luz interior del coche hacía
ya años que no funcionaba, pero no fue capaz de encontrarla. Salió
del coche, como pudo, pues todavía estaba algo atontado por el
golpe, y se dirigió hacia los faros para ver si era sangre lo que
tenía por la cara, cosa que comprobó afirmativamente, ya que la
mano conque se había restregado el rostro estaba todo rojo.
Quería seguir a los perros con las
tripas en la boca, pero al no tener la linterna a mano consideró que
era demasiado peligroso y decidió seguir por el camino hacia la casa
con el coche.
Arrancó de nuevo, le costó un poco,
pero lo consiguió de nuevo.
Poco a poco y bastante despacio, no
estaba para correr demasiado, fue por el camino hacia la casa, cuando
en mitad del camino vio una par de cosas que brillaban y iban
saltando por en medio de los baches y bajo la lluvia, eran una
especie de bolas blancas con unas esferas en su interior negras...
No, ¡increible, no puede ser cierto! Eran unos ojos que saltaban en
medio del camino, saltaban alegremente sin importarle que el coche se
acercara a ellos.
El inspector Loveo no podía creer lo
que estaba viendo, no paraba de decir que era imposible, pero lo
estaba viendo. Pensó, este golpe me está afectando, pero decidió
parar y intentar coger a esos ojos, pero al bajar del coche
desaparecieron, como los perros, hacia dentro del bosque.
Se sentó un rato en el coche para
recapacitar sin llegar a ninguna conclusión, salvo que el golpe le
había afectado...
Continuó el camino hacia la casa, casa
a la que nunca se llegaba, cuando encontró una especie de lago que
cruzaba el camino, era un charco muy grande, no se veía el final del
mismo, las luces lo iluminaban, pero había algo raro,una especie de
peces saltando por encima de la superficie, no podía distinguir lo
que era, pero algunos al reflejo de la luz eran muy brillantes, otros
fluorescentes, mientras una especie de dragón, sólo se notaba la
sombra, iba cazando a los peces, hasta que se acercó al coche, miró
al inspector, parecía sonreírle, se levanto sobre su cola, como
hacen los delfines, y se sumergió de nuevo, desapareciendo dentro
del lago.
El inspector Loveo volvió a sentarse
dentro del coche no podía creer nada de lo que veía, cerró por un
momento los ojos, los volvió a abrirlos, pero ahí su sorpresa, no
había charco, el camino seguía y la lluvia también, continuó con
su dos caballos el viaje intentando sortear los baches cuando de
nuevo otro relámpago volvió a caer justo delante del coche con el
subsiguiente trueno ensordecedor...
Abrió los ojos, estaba tumbado en el
suelo de su habitación enredado con las sábanas, la dentadura por
los suelos, la cara ensangrentada...
Todo fue una pesadilla, encendió la
luz.... Al lado de la puerta había unos ojos en el suelo y unas
tripas ensangrentadas...
Toni Oliver
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