Esta es una carta que una amiga a puesto en la red, el poema que hay al final es la respuesta a dicha carta.
No me recuerdes así, hijo mío.
Sabes que ya no soy el nadador contra corriente que siempre fui, ni la mente despejada, ni el cuerpo fuerte y resistente. Sabes que mi orgullo fue no enfermar y también sabes que nunca me queje, ni proteste, ni gemí quejumbroso, ni grite asustado bajo las sábanas como hago ahora.
Recuérdame riendo, cuando yo ya no sonría y recuérdame optimista cuando todo lo vea negro....
Recuerda más bien, hijo, aquellas noches lejanas con estrellas que escrutabas mientras yo te explicaba que su luz viajaba desde un lejano pasado, recuerda las noches de guitarra clásica y rancheras, y las tardes de frontón con el sol bañando el muro verde en el que corrían nuestras agigantadas sombras...
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Recuerda, hijo mío, la cala elíptica y la mar inmensa y azul, y nuestras estelas blancas y saladas cuando nadábamos juntos hacia la isla negra recortada y que parecía tanto más lejos cuantas más brazadas dábamos. Y tu nada temías pues yo te protegía. Eras muy niño y a ratitos te asías a mí como hubiera hecho un patito patoso. Las sinuosas algas submarinas te asustaban, pero a mi lado no las temías pues sabias que nada en el mundo podría dañarte. Y por eso seguías nadando sobre el negro algar, hacia la línea del horizonte a la que nunca arribamos. Y esa confianza te salvó una vez la vida, aquella noche en la que te dije mirándote a los ojos: "Confía en papá: no te muevas, hijo mío, deja que el doctor te tape la herida...". Y creías tanto en mí que a pesar de tu miedo y tu dolor dejaste de agitarte, y pudimos coser la herida por la que perdías la frágil vida...
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Recuerda hijo los planos revueltos, las escuadras y la regla de cálculo que para ti fue siempre Excalibur. Yo amaba mi trabajo y aun mas os amababa a vosotros, pequeños diablillos bajo la mesa, y trataba de realizar mis cálculos mientras andabais enredado entre el papel vegetal y los planos de planta y los alzados de edificios que aun no habían nacido. Y tu, hijo mío, aunque no entendías aquellas líneas, acotaciones y números, disfrutabas con los bocetos en carboncillo de chalets y de casitas en los que yo siempre añadía personas misteriosas y hasta gatos.
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Y os quise tanto, hijo, que fue mi casa mi universo, mi vida, mi vía láctea y mi castillo. Y como orgulloso y silente albacea guarde - sin tu saberlo - tus primeras entrevistas, tus primeros artículos, tus tempranos y modestos éxitos que para mí lo eran todo. No te dije nada, pero los guardaba. Los guardaba bien juntitos con viejas cartas amarillas de mi padre muerto, con cien fotos, dos esquelas, una medalla y la hoja seca de un limonero lorquino. ¡Allí estaban las glorias familiares y tu, hijo mío, junto a ellas!. Recuerda mis recuerdos, hoy que ya todo lo olvido.
Recuerda lo que hablábamos y lo mucho que reías. Eras nuestro pequeñico Lucas, nuestra carica de luna. Te escuche siempre como se escucha a un adulto y en tu niñez sabes bien que fui de los tuyos y no hubo hombre grande alguno que te hiciera sombra cuando me hablabas. No tuve que interpretarte, hijo mío, ni asentir sin comprenderte pues tu mundo mágico y pequeño era también el mío y me gustaba habitarlo y quizás por eso hoy a ese reino he regresado.
Recuerda nuestros juegos, el pasillo largo y negro y el "bichito" bajo un viejo batín que hacia vuestras delicias; y los pinos en la playa y el enorme balón Nivea y la omnipresente super 8 con la que conservé para vosotros todo lo que hoy olvido. Y recuérdame con ella, con tu madre, con mi amante, con mi diosa enamorada. Tanto la ame que aun la veo y la acaricio y la llamo y no la olvido. No hay Alzheimer que la pueda, ni olvido que me la borre. Fue mi amor toda mi vida y cuando mi cerebro muera ella seguirá ahí para recordaros lo mucho que nos quisimos.
Y se bien, hijo mío, que todo eso ya no logro recordar y cuando las sombras son más confusas hasta creo que eres mi padre y mi hermano y hasta yo mismo hace medio siglo. Y algunas veces, algún retazo resucita desde el fondo del olvido y te miro y te toco y vuelves a revivir y mi corazón recuerda que exististe y que te quise, y que eres mi hijo y siempre lo serás.
Y quiero que sepas que no estoy triste, ni me siento solo o aislado. En los hemisferios de mi lesionado cerebro estáis siempre presentes vosotros, las matemáticas y la música; por eso algunas veces, un retrato, una palabra, un sonido resucita desde el fondo del ayer y entonces toco el piano o la guitarra y observo lospájaros y disfruto el evanescente momento que ya nunca volverá. Tu madre, que todo lo ilumina, lo atribuye al milagro del amor en el que se cimientan los recuerdos.
Sé que leerás todo eso en mi ausente mirada pues nuestro vínculo invisible se impondrá al tirano que erosiona mis recuerdos con el agua del Leteo. Coge entonces mi mano, rodea mi hombro, abrázame fuerte y mírame como si hoy fuera yo tu niño y no olvides, hijo mío, que mis recuerdos ya no son hoy míos sino tuyos.
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Siento una gran emoción, de tal padre, tal hijo.
Esta carta de un padre a su hijo acabo de encontrar, más como respuesta a quuien la ha puesto este poema le voy a regalar.
Cojo un pañuelo
cual sábana fuera
esas lágrimas de mis ojos
por mis mejillas recorren
Es tan precioso
los años acumulados
los recuerdos que viven el pasado
unos alegres, los otros han pasado.
Con el pañuelo mis lágrimas seco
de emoción hasta perplejo
una vida para el recuerdo
los tristes recuerdos para ti no quiero.
Que belleza por el mar nadando
en sus profundidades buceando
su sabor salado recordando
esas olas que la lucha han recordado.
Nunca recuerdes ese despojo
solo los bellos recuerdos
los del héroe que has grabado
lo que ahora ves queda olvidado.
Yo ya voy para el otro lado
lo que ves no es lo que te ha criado
sólo un despojo de lo que fue
no tu héroe admirado.
De carne y hueso el héroe ha quedado
un bulto de carne en una cama postrado
eso que ni recuerda lo pasado
solo una masa del pasado.
Eso no es lo que quiero
no es lo que recuerdes deseo
solo es un resto
un resto que va al otro barrio.
Recuérdame riendo, cuando yo ya no sonría y recuérdame optimista cuando todo lo vea negro....
Recuerda más bien, hijo, aquellas noches lejanas con estrellas que escrutabas mientras yo te explicaba que su luz viajaba desde un lejano pasado, recuerda las noches de guitarra clásica y rancheras, y las tardes de frontón con el sol bañando el muro verde en el que corrían nuestras agigantadas sombras...
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Recuerda, hijo mío, la cala elíptica y la mar inmensa y azul, y nuestras estelas blancas y saladas cuando nadábamos juntos hacia la isla negra recortada y que parecía tanto más lejos cuantas más brazadas dábamos. Y tu nada temías pues yo te protegía. Eras muy niño y a ratitos te asías a mí como hubiera hecho un patito patoso. Las sinuosas algas submarinas te asustaban, pero a mi lado no las temías pues sabias que nada en el mundo podría dañarte. Y por eso seguías nadando sobre el negro algar, hacia la línea del horizonte a la que nunca arribamos. Y esa confianza te salvó una vez la vida, aquella noche en la que te dije mirándote a los ojos: "Confía en papá: no te muevas, hijo mío, deja que el doctor te tape la herida...". Y creías tanto en mí que a pesar de tu miedo y tu dolor dejaste de agitarte, y pudimos coser la herida por la que perdías la frágil vida...
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Recuerda hijo los planos revueltos, las escuadras y la regla de cálculo que para ti fue siempre Excalibur. Yo amaba mi trabajo y aun mas os amababa a vosotros, pequeños diablillos bajo la mesa, y trataba de realizar mis cálculos mientras andabais enredado entre el papel vegetal y los planos de planta y los alzados de edificios que aun no habían nacido. Y tu, hijo mío, aunque no entendías aquellas líneas, acotaciones y números, disfrutabas con los bocetos en carboncillo de chalets y de casitas en los que yo siempre añadía personas misteriosas y hasta gatos.
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Y os quise tanto, hijo, que fue mi casa mi universo, mi vida, mi vía láctea y mi castillo. Y como orgulloso y silente albacea guarde - sin tu saberlo - tus primeras entrevistas, tus primeros artículos, tus tempranos y modestos éxitos que para mí lo eran todo. No te dije nada, pero los guardaba. Los guardaba bien juntitos con viejas cartas amarillas de mi padre muerto, con cien fotos, dos esquelas, una medalla y la hoja seca de un limonero lorquino. ¡Allí estaban las glorias familiares y tu, hijo mío, junto a ellas!. Recuerda mis recuerdos, hoy que ya todo lo olvido.
Recuerda lo que hablábamos y lo mucho que reías. Eras nuestro pequeñico Lucas, nuestra carica de luna. Te escuche siempre como se escucha a un adulto y en tu niñez sabes bien que fui de los tuyos y no hubo hombre grande alguno que te hiciera sombra cuando me hablabas. No tuve que interpretarte, hijo mío, ni asentir sin comprenderte pues tu mundo mágico y pequeño era también el mío y me gustaba habitarlo y quizás por eso hoy a ese reino he regresado.
Recuerda nuestros juegos, el pasillo largo y negro y el "bichito" bajo un viejo batín que hacia vuestras delicias; y los pinos en la playa y el enorme balón Nivea y la omnipresente super 8 con la que conservé para vosotros todo lo que hoy olvido. Y recuérdame con ella, con tu madre, con mi amante, con mi diosa enamorada. Tanto la ame que aun la veo y la acaricio y la llamo y no la olvido. No hay Alzheimer que la pueda, ni olvido que me la borre. Fue mi amor toda mi vida y cuando mi cerebro muera ella seguirá ahí para recordaros lo mucho que nos quisimos.
Y se bien, hijo mío, que todo eso ya no logro recordar y cuando las sombras son más confusas hasta creo que eres mi padre y mi hermano y hasta yo mismo hace medio siglo. Y algunas veces, algún retazo resucita desde el fondo del olvido y te miro y te toco y vuelves a revivir y mi corazón recuerda que exististe y que te quise, y que eres mi hijo y siempre lo serás.
Y quiero que sepas que no estoy triste, ni me siento solo o aislado. En los hemisferios de mi lesionado cerebro estáis siempre presentes vosotros, las matemáticas y la música; por eso algunas veces, un retrato, una palabra, un sonido resucita desde el fondo del ayer y entonces toco el piano o la guitarra y observo lospájaros y disfruto el evanescente momento que ya nunca volverá. Tu madre, que todo lo ilumina, lo atribuye al milagro del amor en el que se cimientan los recuerdos.
Sé que leerás todo eso en mi ausente mirada pues nuestro vínculo invisible se impondrá al tirano que erosiona mis recuerdos con el agua del Leteo. Coge entonces mi mano, rodea mi hombro, abrázame fuerte y mírame como si hoy fuera yo tu niño y no olvides, hijo mío, que mis recuerdos ya no son hoy míos sino tuyos.
Recuerda todo eso, hijo mío, pues yo ya todo lo olvido...
Siento una gran emoción, de tal padre, tal hijo.
Esta carta de un padre a su hijo acabo de encontrar, más como respuesta a quuien la ha puesto este poema le voy a regalar.
Cojo un pañuelo
cual sábana fuera
esas lágrimas de mis ojos
por mis mejillas recorren
Es tan precioso
los años acumulados
los recuerdos que viven el pasado
unos alegres, los otros han pasado.
Con el pañuelo mis lágrimas seco
de emoción hasta perplejo
una vida para el recuerdo
los tristes recuerdos para ti no quiero.
Que belleza por el mar nadando
en sus profundidades buceando
su sabor salado recordando
esas olas que la lucha han recordado.
Nunca recuerdes ese despojo
solo los bellos recuerdos
los del héroe que has grabado
lo que ahora ves queda olvidado.
Yo ya voy para el otro lado
lo que ves no es lo que te ha criado
sólo un despojo de lo que fue
no tu héroe admirado.
De carne y hueso el héroe ha quedado
un bulto de carne en una cama postrado
eso que ni recuerda lo pasado
solo una masa del pasado.
Eso no es lo que quiero
no es lo que recuerdes deseo
solo es un resto
un resto que va al otro barrio.
Toni Oliver
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