Mis pasos por la montaña
Me fui a caminar por la montaña, rocas duras bajo los pies, algunos trozos, por la humedad, peligrosos, otros, secos, donde se podía saltar de roca en roca, como las cabras. En una de esas rocas vi grabadas unas huellas, no pude distinguir de que animal se tratara, pero mi mente enseguida me retrotrajo a la época de los dinosaurios.
Temblaba la tierra, se escuchaban unos pasos muy pesados, a lo lejos, pero poco a poco se iban acercando a donde estaba, no veía lo que era, hasta que vi como parte del bosque se estaba cayendo, escuchándose, aparte de los pasos, el crujir de los árboles. Un enorme ser salió de dentro lo que ya era el bosque, una figura informe, aforme, deforme, por lo menos no podía darle una forma definida. Se iba acercando, la verdad, no me daba miedo, pero sí tenía la duda de si salir corriendo o quedarme quieto observando su paso. Opté por quedarme y verlo de cerca si se acercaba. Un poco suicida, lo sé. Pasó por delante mía, se paró, me miró, digo miró, pero no le vi ojos algunos, por lo que me presentiría de alguna forma, en el fondo reconozco que no fui capaz de distinguir su cabeza.
Estuvimos un rato, frente a frente, su es que tenía frente, quietos, ambos observándonos, así un buen rato, se me hizo larguísimo, si bien, también reconozco, que no me produjo miedo, ambos respirábamos paz, tranquilidad, quizás también, curiosidad.
Parecía que nos estábamos leyendo los pensamientos, si bien es verdad que yo no me enteré de nada. Al rato, se dio media vuelta, se marchó por donde había venido, arrasando otro trozo de bosque por donde pasaba.
Me quedé un tiempo sentado para asimilar lo que estaba pasando, mejor dicho, lo que había pasado. Seguía sin entender nada, volví a mirar las huellas del suelo, las grabé en mi memoria, siguiendo la vuelta por las rocas de la montaña.
Toni Oliver